TCtaraduras los hay por millones. Son esos tipos que siempre se aprovechan. Da igual que lo sepas, da igual que te avisen de que mejor no salgas de cañas con ellos. Se las arreglan para que piques y, sin darte cuenta, te ves sacudiendo la cartera y pagando, además, una de gambas a la plancha que, naturalmente, había pedido el caradura. Es posible que un día te cabrees tanto que decidas convertirte tú también en caradura y aplicar sus mismas reglas. Verás que es sencillo y, desde luego, mucho más barato que andar por ahí de honradete. Solo hay que ir entrenando. Empiezas gorroneando un café, luego pillas el periódico del compañero o te llevas a casa material del trabajo, después te acercas a la barra cuando el simpático de turno ha encargado una ronda, cosas de complejidad creciente hasta hacerte con el título definitivo de caradura profesional. Serás un caradura de primer nivel, porque luego hay grados. Para optar a los superiores, tienes antes que conseguir cierta posición, preferentemente entre los poderes públicos. Puedes aprovecharte de cosas más importantes cada vez e ir poco a poco haciendo hucha o gastando en ti dinero invisible que pertenecía a otros. También en esto hay santones a seguir. Caraduras importantes de carrera admirable como el Matas , quien lleva camino de convertirse en todo un icono de la dureza de cara. Por eso, si ya estás entrenando, ¡ánimo!, lo siguiente es apuntarte a un partido político, ahora que todavía no es campaña, y asegurarte de caerle bien al encargado de confeccionar la próxima lista de candidatos. Elige bien. Hazlo por el partido con mayor probabilidad de obtener poder. Y huye de los jueces. Hay algunos que se las saben todas.