Un camión de 17 metros de eslora hacía de Prestige y conducía los ánimos de los manifestantes hasta el clímax del manifiesto final. En cubierta, Manuel Fraga, José María Aznar y sus ministros y conselleiros conversaban sobre la catástrofe a la sombra del vuelo agonizante de una gaviota impregnada en chapapote. Escenario gallego.

No tuvieron que esforzarse mucho los integrantes de Burla Negra para elaborar el hilarante guión de su representación sobre el barco-carroza. Las desafortunadas declaraciones que los miembros del Ejecutivo han venido realizando desde que se hundió el Prestige sobran para llenar varias comedias. "Unos pequeños hilillos, unos pequeños hilillos...", repetía machaconamente la voz de Mariano Rajoy amplificada por la megafonía. "Las playas están esplendorosas", replicaba el timbre de Federico Trillo. "Galicia en el país de las maravillas", remataba a voces el Fraga de cartón piedra. Surrealismo gallego.

Más adelante, el presidente de la Xunta se trababa al intentar acusar de "batasunización" a los representantes de Nunca Máis. Los manifestantes respondían con gritos de "dimisión, dimisión", y el Fraga del barco amenazaba a los congregados: "Si no fuérais tantos, os daría dos hostias". Política gallega.

Ya lo había dicho el viernes Minerva Piquero: "El fin de semana llegarán al centro de la Península varios frentes procedentes del Atlántico". Llegaron. Y entraron hasta el mismísimo centro: la Porta do Sol, como ayer bautizaron a la plaza los miles de gallegos que inundaron el centro de la capital para protestar contra el chapapote. Madrid gallega.

Amaneció la capital envuelta en una niebla solidaria con Galicia. Madrid se hizo gallega en lo meteorológico: el orballo convirtió la seca meseta en un trocito de norte. Pero a las 11.30, media hora antes de comenzar la fiesta contra el chapapote, el tiempo hizo un receso. Para goce de los manifestantes y fastidio de quienes abominan de tanta protesta, el sol se abrió paso entre la bruma y acabó calentando los ánimos justo cuando los representantes de Nunca Máis pedían dimisiones a los gobiernos central y de la Xunta. Justicia gallega.

GAITAS Y MAS COSAS

Gaitas, tambores, silbatos, conchas de vieiras a modo de carracas y mucha imaginación. Galicia convirtió su protesta en una fiesta. Nunca Máis optó por provocar la sonrisa, aun a sabiendas de que es en la pena donde se recaban más solidaridades. "Ya choramos bastante", explicaba Antía, percebera de la Costa da Morte. A su lado, Carlos, de Cangas do Morrazo, advertía: "Y lo que choraremos aínda ". Pesimismo gallego.

La idea dio resultado. No se recuerda en Madrid manifestación tan festiva, si se excluyen las del Día del Orgullo Gay. Los gallegos desmintieron su estigma de melancólicos y llenaron de música y risas la capital.

Ya a la altura de Sol y con los ánimos más encendidos, la sugrencia se tornó macabra invitación: "Fraga, mamón, estrena el panteón". Para el "ministro de Fomento y de la Caza", como bautizaron a Francisco Alvarez-Cascos, una pancarta especial: "No me llames iluso porque tenga una ilusión. La ilusión de ver a Cascos presentar la dimisión". Retranca gallega.

No había 100.000 personas, como transmitió la Delegación del Gobierno antes incluso de que empezara la marcha. Tampoco el millón y medio que anunciaron los portavoces de Nunca Máis. No fue tan multitudinaria la asistencia como en la protesta de hace una semana contra la guerra en Irak. Nadie lo esperaba. "Estaría bueno --razonaba Andrés, un gallego afincado en Madrid--, que la destrucción de vidas humanas tuviera la misma respuesta que la destrucción del medio ambiente. Cada cosa en su sitio" Galicia calidade .