THtace una semana, unos escritores me invitaron a tomar un café en el cacereño paseo de Cánovas. Yo intenté escaquearme porque aquello me parecía mucho menos excitante que las cañas con panceta, cachondeo y amigotes en un bar del barrio de Moctezuma. Pero los amigos me llamaron zulú, me pronosticaron que así nunca llegaría a nada y me obligaron a asistir. La verdad es que fue entretenido. No se habló de la estética de la recepción, de Raymond Queneau ni de la crisis de la literariedad, sino de que en Cáceres hay pocos restaurantes donde comer bien por 20 euros, de la gracia del Requeté , mítico comercio cacereño, o de cómo uno de ellos bajaba por las noches gratis hasta Pinilla en el coche de la policía municipal con el cuento de que lo perseguían unos macarras para lincharlo.

Me fui después con mis amigotes a por la panceta. Les resumí la charla con los escritores y uno de ellos argumentó que la literatura extremeña seguirá siendo minoritaria hasta que no se venda en Carrefour . Otro no estaba de acuerdo y contó lo siguiente: parece ser que media Extremadura lee gratis las últimas novedades literarias gracias a Eroski y a Carrefour . El truco consiste en coger el libro preferido de las estanterías, pagarlo, leerlo y devolverlo antes de 15 días. Como en ambos hipermercados se estila lo de si no está conforme, le devolvemos su dinero, los clientes-lectores devuelven el libro, reciben los euros gastados y a por otro best-seller. Es decir, como en una biblioteca, pero sin necesidad de hacerse socio.

*Periodista