La noche del martes, en el auditorio barcelonés de Random House Mondadori, nació una pareja artística que revolucionará el fósil mundo del entretenimiento. Uno es marqués. El otro, comunista. Entre los dos suman 171 años. Santiago Carrillo y José Luis de Vilallonga (ambos, en la foto), se juntaron para tertuliar sobre el cuarto y último volumen de las memorias del aristócrata, La rosa, la corona y el marqués rojo. Ese adjetivo fue el nexo entre los dos.

Entró Carrillo, de 88 años, seguido por Vilallonga, un joven de 83. En aquellos pactos de la Moncloa, Carrillo debió de hacer un aparte con Lucifer para acordar que retrasase el envejecimiento. O su estado de conservación se debe al humo del impenitente cigarrillo.

Ya en la mesa, don Santiago comenzó a divagar, siendo interrumpido varias veces por el marqués en el mejor estilo de las comedias de situación. Como sucede con los amores duraderos, el primer encuentro fue en París, de exiliados.

ENTREVISTA CON QUIMICA Vilallonga lo quiso entrevistar para Playboy. Ante la desconfianza de Carrillo, le dijo que en esa publicación había salido Juan XXII antes de ser Papa. "Algo funcionó en la entrevista. Me di cuenta de que aquel aristócrata era como yo: un rojo español. Yo era comunista. Vilallonga, por desgracia para él, no", soltó Carrillo.

Siguió la amistad en la Junta Democrática, amalgama de conspiradores contra Franco desde el exterior. Un día, Vilallonga invitó a almorzar a Carrillo y a otro miembro de la Junta, Rafael Calvo Serer. La mujer del marqués le reprochó que hubiese invitado a un comunista tan desastrado, a lo que el Grande de España respondió: "El que iba lleno de lamparones era el monárquico. El que iba bien vestido era el comunista". Otra cosa en común de la pareja fue su "visión política", en palabras de Vilallonga. Ambos creían que el rey Juan Carlos sería El Breve. Vilallonga: "A mí me lo recuerda". Carrillo: ¡A mí no!".