No creo en las casualidades. Prefiero pensar en caminos que se cruzan, aunque terminen en lugares muy distantes entre sí, o en puertas que se abren para que podamos sorprendernos con la magia de lo inesperado, o en magnetismos irracionales que se encargan de buscar los polos que se atraen, aunque entre ellos no haya habido ninguna conexión previa. Las casualidades no existen. A mí me gusta creer en esa teoría que dice que cuando una mariposa bate sus alas en China, una pequeña porción del aire que ha movido puede llegar hasta aquí. O en esa otra de las fichas de dominó.

No hay nada que no pueda verse afectado por un suceso que no podemos controlar, o por una mano a la que nunca le daríamos la oportunidad de participar en nuestro destino.

No existen. No. Es en lo único que pensé cuando leí que un amigo del yerno de Aznar ha condicionado la celebración de carreras de Fórmula-1 en Valencia, a que el partido del suegro gane las elecciones. Es decir, que si no gana el Partido Popular las elecciones, no hay carreras en Valencia. Es inaudito, pero así es. Y así lo hicieron público a bombo y platillo, en un acto convocado por la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia, justo el día en que empezaba la campaña electoral. Momentos antes, de ese mismo escenario, se tuvieron que retirar los logotipos de la Generalitat por orden de la Junta Electoral.

Es curioso, días antes, el expresidente del PP nos sorprendió declarando que a él no le gusta que nadie le controle cuando va al volante. Entre coches anda el juego. ¿Será que sí existe la casualidad?