El pasado viernes, tan pronto como tomó el control político de la crisis ferroviaria, José Luis Rodríguez Zapatero organizó una cumbre de emergencia en el palacio de la Moncloa para acelerar la recuperación del servicio de Cercanías de Renfe con plenas garantías de seguridad y reactivar las obras del túnel del AVE, paralizadas por la avalancha de socavones. Asumiendo funciones propias de la titular de Fomento, Magdalena Alvarez, el presidente convocó a la propia cúpula del ministerio, a la del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) y a representantes de las adjudicatarias del AVE, según informaron fuentes oficiales.

No es habitual que la planificación de unas obras se discuta en la Moncloa, sede de la Presidencia del Gobierno, y no en la de Fomento. Pero es que tampoco es frecuente que la ejecución de una infraestructura, por compleja que esta sea, derive en una crisis de confianza que salpique directamente al presidente.

De ahí que, tras eximir a Alvarez de rendir cuentas en el Senado --en su lugar tuvo que hacerlo Joan Clos-- y de asumir personalmente la comparecencia del miércoles en el Congreso, Zapatero auspiciara el viernes un encuentro que no hacía sino confirmar lo adelantado ayer por este diario: la relegación de la titular de Fomento, a la que el presidente mantiene en el cargo pero bajo una estricta tutela para evitar errores.

Además de planificar el restablecimiento de Cercanías y debatir la posible llegada de los trenes de alta velocidad a El Prat, una de las decisiones tomadas fue desplazar de este conflictivo proyecto a OHL, a la que Fomento ha culpado primero de los retrasos y después de los derrumbes.