TStegún informa la revista Science , las huellas de pie humano más antiguas conocidas hasta la fecha tienen un millón y medio de años. La noticia sobre el hallazgo de estas pisadas, descubiertas en el norte de Kenya, incita a reflexionar sobre la paradoja de que muchos escritores, pintores, fotógrafos o arquitectos se afanen en vano en alcanzar la posteridad creando novelas, cuadros, fotografías o puentes sublimes, mientras un tipo innominado se convierte en una celebridad arqueológica por el mero hecho de aposentar las pezuñas en el suelo. Nadie se acordará de estos escritores (etcétera) dentro de un millón y medio de años, pero bien que rememoramos los pasos (nunca mejor dicho) de este Homo ergaster que nada hizo para ganarse la fama. Cabe suponer que esas huellas las firmara el individuo en cuestión camino de una cueva en busca de refugio o incluso mientras estaba haciendo de vientre en una urgencia inaplazable. Poca cosa.

No somos nadie, solía decir mi abuela ante la muerte de algún conocido. No somos nadie y además, añado, no somos memorables. Mejor no pensar en ello. Nos interesa seguir siendo vanidosos y aspirar a la posteridad, porque cuanto mayor sea nuestro deseo de trascender, mayor será nuestro afán de superación. Lástima que solo unos pocos --como Penélope Cruz -- sean elegidos para sentarse junto a los dioses del Olimpo. Pero no hagamos drama: en Ciconia los no agraciados por la varita del talento podemos igualmente pisar una alfombra roja: la que ha sido colocada estos días en la calle de San Pedro con motivo del Festival Solidario de Cine Español.

Quien no se conforma es porque no quiere.