Según la leyenda, las cenizas de la doncella de Orleans, la heroína francesa que se resistió a la invasión inglesa y acabó quemada viva por hereje a los 19 años, fueron arrojadas al río Sena el 30 de mayo de 1431 en Ruán y sólo su corazón permaneció milagrosamente intacto. Pero hay otros restos mortales que se han transmitido de generación en generación como las verdaderas reliquias de Juana de Arco, canonizada en 1920 por la Iglesia católica. Unos fragmentos de hueso y piel que serán analizados para garantizar su autenticidad.

Un equipo científico francés procederá, durante los próximos seis meses, al examen genético de estos restos, que se dice que fueron recuperados al pie de la hoguera y se conservan actualmente en el arzobispado de Tours, informaba ayer el diario Le Parisien .

Verificar su existencia

Para el doctor Philippe Charlier, se trata de confirmar la propia existencia de Juana de Arco. Aunque todo lo que se pueda decir tras el estudio, según él, sea esto: "Son los restos de una mujer muerta en Ruán, que tenía 19 años, que murió en 1431 en torno al 30 de mayo y que fue quemada tres veces el mismo día". El doctor Charlier, que ya tiene experiencia en otros casos semejantes, llevará a cabo estos análisis en el hospital Raymond Poincaré de Garches "No hay ningún objetivo nacionalista, ninguna pretensión religiosa o política, se trata sólo de un hecho científico e histórico", asegura.

El especialista forense descubrió el año pasado, mediante análisis parecidos, que la muerte de Agnes Sorel (1422-1450), amante oficial del rey Carlos VII, fue provocada por una intoxicación aguda de mercurio. Aunque no pudo precisar si el envenenamiento fue voluntario o fortuito. Los supuestos restos de Juana de Arco serán sometidos, como lo fueron los de Agnes Sorel, a complejos análisis. De ADN para confirmar su sexo, de carbono 14 para concretar la fecha de su muerte y del polen para determinar la estación del año en que se produjo la ejecución.

En otros casos enigmáticos, como los del cráneo de Mozart o los restos de Cristobal Colón, análisis del mismo tipo no han dado resultados concluyentes. Se dice que el cuerpo de Mozart, enterrado en Viena en 1791 en una fosa común para indigentes, no desapareció del todo bajo tierra, sino que un sepulturero sacó el cráneo de la tumba en 1801. Pero los análisis efectuados comparando el ADN de esta calavera con el de la abuela materna y la sobrina del genio no han aclarado el misterio.

En el caso de Colón, los resultados preliminares de los análisis no han permitido concluir aún que los restos depositados en Sevilla sean los del descubridor de América.