Aunque todavía de forma tímida, la inmigración procedente de Brasil y Centroamérica, sobre todo de Honduras, ha aterrizado ya en España. Las cifras son pequeñas en comparación con las anteriores oleadas migratorias masivas de latinoamericanos, protagonizadas, primero, por ecuatorianos, y después, por bolivianos y paraguayos. Sin embargo, la llegada de estas nuevas nacionalidades, hasta ahora minoritarias, confirma el profundo cambio de dinámica en la llegada de inmigrantes que, tras años con alzas disparadas, se ha estabilizado y tiende a nutrirse, sobre todo, de los llegados mediante la reagrupación familiar.

Brasil es un ejemplo claro de este cambio de tendencia. Desde el 2004 y a un ritmo constante, cada año llegan a España para instalarse una media de 20.000 inmigrantes brasileños. Eso ha hecho que de los 37.448 ciudadanos de ese país que había en el 2004, se haya pasado a 90.161 en el 2007. En el caso de los hondureños, aunque su llegada se intensificó en el 2004, fue el año pasado cuando se produjo el aumento más significativo, pasando de 9.108 personas en el 2006 a 14.253, en el 2007. La evolución de la presencia de salvadoreños es mucho menor pues si en el 2004 eran 2.522 personas de ese país viviendo en España, ahora no pasan de las 3.795.

En los tres casos se trata de países que no se exige visado de entrada. Eso les permite viajar a España con la excusa de que son turistas. Este método ya fue usado por cientos de miles de ecuatorianos, bolivianos y paraguayos. Además, con la llegada de brasileños y centroamericanos, se constata de nuevo la estrecha relación entre el desplazamiento de los focos de emigración y la imposición de visados. Estas nuevas nacionalidades llegan tras la exigencia de un visado a los bolivianos que, a su vez, llegaron en masa al exigir ese documento a los ecuatorianos.

La policía española ha detectado un número importante de brasileños que compran pasaportes portugueses falsos para poder trabajar en España, por los que pagan 3.000 euros.