TAtcabo de enterarme de que el incendio de Valencia fue provocado por amor. Por desamor, para ser más exactos. Parece ser, aunque no está demostrado, que un joven, recién abandonado por su novia, no tuvo otra idea que quemar las cartas de su pareja en un contenedor, en medio del monte. El resultado ya lo saben, árboles abrasados, urbanizaciones desalojadas, ruina, cenizas. Polvo enamorado. El amor es lo que tiene. Ya nos lo decían los clásicos, abrasados todos en el tópico literario de la flamma amoris. Se quemó Dido por amor a Eneas , le ardieron las entrañas a Quevedo , bajó a los mismos infiernos Orfeo en busca de su Eurídice .

A todos les da por lo mismo. El abandono hace que maten primero y se suiciden después, cuando debería ser al revés, o no ser siquiera, según se mire, o también que quemen montes, conduzcan a mil por hora o armen una degollina como quiera. Y es que yo creo que ya nadie sufre en silencio ni siquiera las hemorroides. En esta sociedad en la que todo es público, solo tenemos que encender la tele para abrasarnos en otros fuegos de color rosa, aderezados de improperios y pasiones que duran lo que la exclusiva. El desamor es paseado a golpe de talonario, y se vocea, haciendo cierto el dicho de que quien da más voces es el que tiene razón.

Lo que pasa es que no se lee. A ver si más de uno deja de salpicarnos con sus pasiones y aprende a estar calladito, sin acudir a la televisión, sin quemar bosques, sin matar, sin nada. Ahí tenemos a Quevedo, que el pobre no dio lata alguna, se consumió en el fuego de la pasión y nos dejó solo sus cenizas, mas con sentido, y su polvo serán, mas polvo enamorado.