Doce conferencias internacionales y un sinfín de reuniones preparatorias han sido necesarias desde 1997 para dar forma al tratado que sustituirá al Protocolo de Kioto. Pero las negociaciones están lejos de ser un asunto cerrado. La cumbre de Copenhague (COP-15), en la que China tendrá mucho que decir y que oír, anunciará un acuerdo a ultimísima hora. Si es que lo hay.

La cumbre de Copenhague, del 7 al 18 de diciembre, debe decidir qué cantidad de gases de efecto invernadero podrán emitir los países industrializados en el 2020. También si los países en desarrollo, exentos del Protocolo de Kioto, están obligados a algún compromiso.

Por supuesto, el debate se centrará en las potencias emergentes. China se ha convertido en el primer emisor mundial y ya ha superado la media planetaria per cápita. Los países del Tercer Mundo presionan para que el Fondo de Adaptación, herramienta económica para ayudar a los países sin recursos, se ponga en marcha.

China es muy reacia a cualquier acuerdo que no incluya transferencia de tecnología y otras contraprestaciones. A no ser que los países industrializados reduzcan sus emisiones un 40% en el 2020 (siempre con respecto a 1990), se niega incluso a que las suyas sean verificadas por la ONU. Así, el acuerdo es imposible.