TEtn enero del año pasado, entrevisté a Joaquín Achúcarro y charlamos sobre una de las cumbres de la composición pianística: el concierto número 2 de Rachmaninov, uno de los favoritos del maestro. Achúcarro reconocía su dificultad y alababa su belleza. Hace poco, el gran pianista Kristian Zimerman comentaba en una entrevista que este concierto exige el más completo dominio de los recursos técnicos y expresivos del piano y, además, obliga a vivir la música sin esconder las emociones. Ambos genios de la interpretación tienen razón. Los conciertos de Rachmaninov se viven y se interpretan arriesgándose siempre. Pero el número 2 es especial. Significó en 1901 el renacer de este músico ruso que en 1897, tras un estreno lamentable de su Primera sinfonía por un director, Alexander Glazunov, negligente y, parece ser, en estado de embriaguez, se sumió en una profunda depresión de la que sólo salió gracias a este concierto para piano, su obra más popular: profunda y, a la vez, lírica y vigorosa en el primer movimiento; dulcísima y virtuosa en el Adagio y vertiginosa, vibrante y difícil en el Allegro final.

Este concierto para piano, que ilustró la banda sonora de la película Breve encuentro (1945) de David Lean (historia del amor imposible y extraconyugal de una madre de familia de la pequeña burguesía inglesa), sonará esta noche a las 21 horas en el Centro Cultural San Francisco y mañana, en el teatro López de Ayala de Badajoz. El pianista será Jorge Luis Prats y la Oex será dirigida por su titular, el maestro Jesús Amigo.