Cualquier mujer que quiera vestir al dictado de las pasarelas el próximo invierno deberá colgar en su armario un abrigo entallado y muy largo, un vestido (o falda) muy corta y un pantalón de talle bajo a gusto del consumidor: pescador, pitillo o bombacho. Además, el ropero debe ser básicamente negro, pero con toques plata y tonos fluorescentes.

Estos son los mandamientos impuestos por los creadores que ayer inauguraron la Pasarela Cibeles y entre los que brilló un Miguel Palacio genial que derrochó imaginación. El primero que subió a la pasarela fue Juan Duyos (en la foto, un momento de su desfile), especialista de las prendas variadas y especialmente aptas para treintañeras con ganas de dar marcha atrás en el calendario. Sorprendieron los muñecos de punto cosidos en bufandas y bolsos, y las medias de rayas de colores. En un intento de pasear por el mundo del lujo, se recreó en los estampados de tapicería y en los pantalones pitillo y pesqueros de talle bajo.

AUGE DEL ´MINISHORT´

Antonio Pernas ofreció algún guiño al estilismo como los minishort prohibidos para el común de los mortales y permitidos para las piernas de las modelos.

Las mujeres de Fernando Lemoniez también lucieron pierna en una colección en la que destacaron los pantalones con bolsillos enormes, minivestidos con plumas de avestruz y chaquetas orientales. Javier Larrainzar se centró en el look chic. Sus vestidos --o muy largos o muy cortos-- no conocieron el término medio. Miguel Palacio presentó pantalones con volumen, telas vaqueras montadas sobre tul y abrigos que evocaron los 60.

El conflicto de Irak pasó de puntillas por Cibeles. Sólo Duyos y su equipo lucieron camisetas reivindicativas de la paz.