Los ciclones, descomunales borrascas espirales con vientos huracanados y lluvias torrenciales, son un fenómeno típico de los océanos tropicales porque uno de los ingredientes necesarios para su formación es una temperatura elevada del agua, de al menos 26,5º. Sin embargo, a miles de kilómetros de distancia, en un mar tan cerrado como el Mediterráneo, también nacen depresiones de aspecto ciclónico, con el característico ojo libre de nubosidad en el interior y movimiento rotatorio. Se los llama ciclones cuasitropicales o huracanes mediterráneos, aunque en jerga meteorológica tienen un nombre curioso: medicanes.

Romualdo Romero y otros investigadores de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), en colaboración con el Instituto Nacional de Meteorología (INM), llevan años analizando la génesis, el desarrollo y especialmente la previsión de los medicanes. El 2 de octubre de 1986, sin ir más lejos, un miniciclón que pasó por Mallorca destruyó la feria náutica instalada en el puerto de Palma, explica Romero. "En tamaño y en duración no tienen nada que ver con los inmensos ciclones tropicales, pero también pueden ser intensos".

BREVES Y SOBRE EL MAR La mayoría de los medicanes son breves y permanecen siempre sobre el mar, por lo que apenas nos percatamos de su existencia, pero algunos han evolucionado muy cerca de zonas costeras e incluso han cruzado islas mediterráneas. Romero explica que al menos en tres ocasiones recientes --el citado de 1986, en 1996 y en 2003-- un medicane ha atravesado Mallorca y ha podido observarse y analizarse.

Para la formación de un ciclón en el Mediterráneo, prosigue el investigador, es necesario que haya previamente una depresión fría en niveles medios y altos de la troposfera que actúe incrementando el potencial termodinámico y la humedad relativa de la columna de aire. El segundo ingrediente es la ausencia de valores elevados de cizalladura, que es la velocidad con que el viento cambia de altura.

Las temperaturas superficiales del Mediterráneo pueden superar en verano los 26,5º e incluso llegar a 30º en las zonas más cálidas. Sin embargo, añade Romero, aunque el calor del mar es un elemento importante, el factor determinante para la ciclogénesis es otro: la diferencia térmica entre la superficie y la atmósfera. El 14 de enero de 1995, por ejemplo, una borrasca de aspecto ciclónico se formó cerca de Grecia, avanzó en dirección este y se disipó en las costas de Libia tras 4 días. La temperatura del agua era de 16º, lo que no impidió que generara vientos sostenidos de 135 kilómetros por hora y se dibujara un ojo espectacular, posiblemente el más definido de las últimas décadas. De hecho, también se forman ciclones en latitudes más altas que las mediterráneas. Incluso cerca del Polo Norte.

En cualquier caso, la mayor probabilidad de un medican es en otoño, quizá por tratarse de meses con una temperatura del mar todavía alta y con frecuentes incursiones de depresiones extratropicales. La casuística es todavía escasa para realizar estadísticas, pero de 12 eventos analizados por la UIB, 3 ocurrieron en septiembre, 4 en octubre y 2 en la primera mitad de diciembre. En cuanto a las zonas de formación, parece haber más en el Mediterráneo occidental.

Romero cree probable que el cambio climático aumente la potencia de los ciclones en el Mediterráneo puesto que se incrementará la temperatura del agua del mar, "posiblemente unos 3 grados". Sin embargo, opina que serán más escasos al haber menos entradas de aire frío del norte.