Los investigadores especializados en el virus del sida han dejado de poner plazos a la obtención de una eventual vacuna que impida el contagio del VIH a personas sanas. Tampoco figura entre sus esperanzas la erradicación del virus en la sangre de los afectados, lo que supondría su curación. Aceptando esas evidencias, los médicos se centran en lo que sí es posible hacer con un virus que elude todos los parámetros de la tecnología biomédica: controlar su avance mediante los fármacos. Cada día se producen 14.000 infecciones y mueren 8.000 personas por el VIH.

"El control del VIH es relativamente sencillo si se siguen rigurosamente los tratamientos --asegura el doctor Hernando Knobel, responsable de la atención del sida en el Hospital del Mar--. Fuera de eso, todo son limitaciones o imposibles".

Onusida convoca hoy el Día Mundial del Sida, una jornada dedicada a recordar que el virus afecta a 40 millones de personas y que se multiplica 10 millones de veces al día en la sangre de cada infectado, hasta acabar con su vida, salvo en el caso de los 400.000 que reciben tratamiento. En cada copia, el virus comete errores que lo hacen distinto a sí mismo. Son sus mutaciones.

"Con los sistemas de investigación actuales el sida no se curará, y se me escapa si será posible diseñar una vacuna preventiva que detenga su expansión", afirma Bonaventura Clotet, responsable de la atención del sida en el Hospital de Can Ruti, de Badalona, y director del laboratorio de retrovirología IrsiCaixa. "Es posible que, dentro de un tiempo, alguien imagine posibles estrategias que conduzcan a una vacuna que ahora nos parece inviable", añade.

UN NUEVO CONCEPTO El VIH exigirá un nuevo enfoque en el concepto histórico de lo que es una vacuna, coinciden los expertos. "La gripe es incurable porque el virus que la provoca muta cada año --añade Clotet--. El del sida cambia en cada individuo y a diario. No es posible integrarlo en un preventivo convencional".

Las infinitas mutaciones del VIH an dado lugar a una docena de grandes subtipos distintos --A, B, C, D, etcétera--, que avanzan de forma desigual en los cinco continentes, donde cada uno predomina en función de su vía de contagio. Entre ellos ya han surgido nuevas recombinaciones que los diferencian.

"Creo que lo más importante es centrarse en lo que tenemos, en los fármacos, que funcionan", reflexiona. "Existen tres familias distintas de medicamentos que inhiben la entrada del VIH en las células del sistema inmunológico o impiden que se integre en su código genético --describe--. Ensayando otras dos, los inhibidores de la integrasa y los de los receptores de las quimocinas, que lo frenan por completo".

QUIETO PERO LATENTE Un estudio realizado por Miguel Angel Martínez en IrsiCaixa ha demostrado que el VIH queda en estado de latencia cuando los fármacos reducen a límites indetectables su presencia en la sangre. "En esos casos, el VIH se retira a los reservorios (linfocitos CD4 que lo almacenan en forma de memoria), que son inalcanzables a los fármacos pero en los que no se multiplica", explica Clotet.

Otro foco de problemas son las cepas del VIH que han aprendido a resistir a los fármacos. Un 10% de los nuevos infectados recibe un virus que ya es resistente a algunas terapias. El diseño de sus tratamientos es complejo pero no imposible. "El origen de esas resistencias víricas fue el cumplimiento desigual de las terapias", dice Knobel, que investiga ese fenómeno.

En el horizonte de lo posible está la idea de que algunos enfermos estén un año sin tomar fármacos ni sufrir la inmediata multiplicación del VIH. "Un tercio de los infectados podrá alcanzar esa situación, pero tiene riesgos y deberán estar muy controlados", asegura Clotet.