Son las cuatro de la tarde. Las puertas de los colegios se abren de nuevo para comenzar las actividades complementarias. Hay clases de teatro, de inglés y de carnaval. Pues sí, de carnaval. Un grupo de profesores emeritenses, miembros destacados en agrupaciones carnavaleras de la ciudad ha tomado la iniciativa y ha puesto en pie un novedoso proyecto que pretende afianzarse en el tiempo con un objetivo: sembrar el embrión que garantice un largo futuro a la fiesta del Carnaval.

Abel Macías, que es el director del colegio Félix Rodríguez de la Fuente de Mérida, donde imparte clases de educación física, es el coordinador de la Escuela de Carnaval, una iniciativa financiada por el ayuntamiento a través de un programa del plan nacional contra la drogadicción al que optó la Concejalía de Sanidad. Con este proyecto se pretende dotar a los alumnos con las armas suficientes para decir no cuando se les plantee la posibilidad.

Actividad saludable, participación en actividades colectiva, refuerzo de la autoestima y la confianza en sí mismos, son algunas de las herramientas que obtendrán los chicos participantes para el resto de sus vidas.

Este año, que es el primero, se ha comenzado tarde con los preparativos. Aún así, se ha logrado juntar seis agrupaciones en distintos colegios de la ciudad. Además del citado Félix Rodríguez de la Fuente, que aporta dos grupos, también cuentan con dos agrupaciones infantiles las Josefinas, y el Dion Casio, con uno. El sexto está compuesto por miembros de varios centros.

En las clases no solo se canta, sino que los pequeños aprenden a diferenciar las rimas del cuplé de las del pasodoble, componen las letras de sus presentaciones, y toman contacto con instrumentos como la caja y la guitarra. Se trata de una formación musical en toda regla, que comienza siendo un juego, y que termina siendo "un vicio".

Su profesor ha tenido que incrementar el ritmo de los ensayos. Al principio eran dos, pero ya se están reuniendo cuatro veces a la semana. Durante las clases de la mañana las preguntas referentes a las canciones se suceden, y el resto de compañeros se une y las canta como si de un ensayo se tratara.

En los últimos días se nota que los nervios aprietan un poco más, porque el gran día, el 13 de febrero, cantarán todo su repertorio ante el público que llenará el Centro Cultural Alcazaba, está cada vez más cerca. Y todo tiene que salir perfecto. Los padres son otra pieza fundamental. Mientras sus hijos cantan, sus madres cosen los disfraces de peces tropicales con los que irán ataviados, porque el grupo que ensaya va de pecera.

En definitiva, se trata de enganchar a los chicos a la droga del Carnaval y crear una cantera de letristas y músicos.