Como otros artistas de su época, Pedro Torre-Isunza realizó el viaje iniciático por Europa (Italia, Alemania, Francia, Países Bajos). El pudo permitírselo porque procedía de una familia adinerada de Don Benito. Ese viaje ponía en contacto a los creadores con la historia del arte y completaba su formación académica.

El escultor extremeño se movió siempre en la órbita del clasicismo, como puede apreciarse en la exposición que le dedica el Museo de Bellas Artes de Badajoz. El centro de exposiciones posee un fondo amplio de obra de este artista nacido en 1892 y muerto a principios de los ochenta. El mismo donó 89 obras al museo al no poder hacer realidad la creación de un centro en su localidad natal. En 1986 su viuda amplió esta donación en una veintena de obras.

Torre-Isunza tuvo una presencia constante en las exposiciones nacionales de Bellas Artes y en otras internacionales, regionales y provinciales.

Sus mujeres, tema preferido del escultor, oscilan entre la modernidad y la tradición. La dedicación que prestó al desnudo femenino y la mujer gitana, según los organizadores de la muestra, han dificultado la representación que Torre-Isunza hace de la mujer moderna de su tiempo, de principios del siglo XX: el de la Nueva Eva, influida por la moda, de mentalidad parisina, moderna, trabajadora, seductora.

Pero destaca la visión de la mujer gitana, que recuerda el mundo de Romero de Torres: sensual, bella, deseada y quizá amada por el artista en su viajes por ciudades españolas.

Otro grupo de obras son de asunto religioso, entre las que figura la Piedad presentada en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1930, y una serie de relieves.