Un joven de 17 años, que los fines de semana ejercía de monaguillo en Burriana, un pueblo de Castellón, sufrió en el 2007 abusos sexuales a manos de un fraile de la orden de los carmelitas descalzos. Llegó a realizarle tocamientos. La historia hasta aquí no es nueva; se trata de uno más de los continuos episodios de pederastia sacerdotal que salpican a la Iglesia. Lo que cambia es el comportamiento de los superiores del presunto pederasta. En lugar de desplazar al abusador a algún lugar lejano, ocultar el caso y tratar de evitar que la víctima o los padres acudan a la justicia ordinaria, el padre provincial de la orden en Aragón-Valencia, Pascual Gil, hizo justo lo contrario: el pasado lunes llevó el caso ante la fiscalía. Es decir, la orden religiosa, por sí misma, decidió denunciar.

Nunca había pasado algo así en España. Y hasta donde llegan a saber quienes se han dedicado a seguir de cerca los casos de pederastia entre curas, tampoco fuera. "Que yo tenga constancia, es la primera vez que ocurre", explicó ayer Carlos Sánchez Matto, de la asociación Iglesia sin Abusos, que se dedica a la búsqueda de este tipo de delitos. Resulta demasiado pronto para saber si lo ocurrido en la Comunidad Valenciana marca el inicio de un cambio de tendencia en este espinoso asunto, pero es innegable que su denuncia va en la misma dirección que los nuevos vientos que soplan desde el Vaticano y la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Por un lado, un documento de la Santa Sede, azotada por la más grave crisis de los últimos tiempos por su presunto rol encubridor de las vejaciones, explica que los religiosos que conozcan casos de abusos deben acudir a la justicia civil. Por otro, a mediados del mes pasado, el presidente de la CEE, Antonio María Rouco Varela, pidió cárcel para los sacerdotes pederastas.

TRASLADADO Por esas mismas fechas, el vicario general de los carmelitas descalzos, Emilio J. Martínez, se desplazó a Valencia desde Roma. Le habían hablado del caso de abusos en Burriana y quería averiguar si tenía fundamento.

Según fuentes conocedoras del proceso, Martínez se entrevistó con el presunto pederasta, que ha sido trasladado a un convento lejos de Castellón. Este lo negó todo en un primer momento, pero después, ya nervioso, se contradijo.

Los carmelitas se entrevistaron entonces con los padres de la víctima, que ahora es mayor de edad y vive en Perú. Los progenitores, muy religiosos, dijeron que no querían acudir al fiscal, pero le pidieron a su hijo que escribiera una carta contando en qué habían consistido los abusos. En esta misiva se basa la primera denuncia por abusos interpuesta por una orden religiosa. El acoso fue de menos a más. "El padre solía decirme que estaba hecho un hombre", escribe el joven.