Todo a punto… para la cumbre del clima del año que viene. Los casi 200 países presentes en la conferencia de Bonn o COP23 negocian esta noche los últimos flecos de una declaración final cuyo gran objetivo es sentar las bases de la implementación o puesta en marcha del Acuerdo de París del 2015. En definitiva, cómo se computan las emisiones de dióxido de carbono (CO2), qué año se utiliza como referencia, cómo se verifican y otras cuestiones muy técnicas que los participantes llaman el "libro de reglas" o "letra pequeña".

Pese a las lógicas demandas de los países más desfavorecidos, que ven cómo el cambio climático avanza inexorable y no tienen medios para hacerle frente, estas "reglas" son esenciales para seguir trabajando. "El mérito de la COP23 ha sido poner a todos en marcha", resumió con optimismo el ministro francés de Ecología, Nicolas Hulot. Eso sí, poco se ha avanzado en materia de financiación.

Las cantidades exactas -los compromisos para reducir emisiones- deberán negociarse próximamente para llegar al 2020 con los deberes hechos. Ese año, como muy tarde, el Tratado de París debe empezar a funcionar. Curiosamente, la próxima cita, la de 2018, será en la ciudad polaca de Katowice, epicentro de una potente cuenca carbonífera que se resiste a morir. Entonces ya se contará con una nueva evaluación del IPCC, el grupo de climatólogos de la ONU, sobre cómo están evolucionando las temperaturas globales.

Un reto añadido

Las asociaciones ecologistas y de ayuda al desarrollo mostraron su exasperación por la lentitud de las negociaciones. Tras el anuncio del presidente Donald Trump de que EEUU se retirará del consenso de París, la lucha contra el cambio climático está huérfana de liderazgos. "Estamos en espera, nadie quiere tomar la delantera", lamentó en declaraciones a France Presse el diplomático maliense Seyni Nafo, líder del Grupo Africano de negociadores.

"Nuestra tarea se complica aún más por la retirada del primer emisor histórico -dijo el jueves el ministro maldivo Thoriq Ibrahim en nombre de la asociación de pequeños países insulares (AOSIS)-, pero esta dificultad debe verse como una oportunidad para mejorar".

Greenpeace celebró que, como mínimo, la Administración estadounidense no había logrado bloquear las negociaciones. La asociación ecologista emplazó a Francia, Alemania, China y otras potencias "a intensificar sus esfuerzos y demostrar el liderazgo que dicen tener", explica Tatiana Nuño, portavoz de Greenpeace-España en Bonn. "La organización ecologista recuerda que no puede ser que estos países se aferren al carbón o a la energía nuclear y luego desfilen como campeones del clima mientras están impidiendo que se acelere la transición a las energías limpias".

Pese a todo, aunque se temía que otros países siguieran su senda de Trump y se retiraran del consenso, ninguno lo ha hecho. Incluso los estados cuya riqueza depende de los combustibles fósiles se han movilizado. "Todos nos juntamos y dijimos que debemos proteger el mundo", dijo a Reuters el ministro de Clima de los Emiratos Árabes Unidos, Thani Ahmed Al Zeyoudi. "Tenemos buenas razones para estar felices si lo comparamos con dónde estábamos hace un año", añadió el ministro de Medio Ambiente de Noruega, Vidar Helgesen, en referencia a la decisión del presidente de EEUU.

Las advertencias científicas

La cumbre ha estado presidida por diversos informes que advierten del enorme esfuerzo que todavía es necesario para frenar el alza de las temperaturas. El más demoledor, presentado en vísperas de la inauguración por el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), recordaba que los compromisos voluntarios de mitigación de emisiones no logran ni un tercio del objetivo necesario para estabilizar el clima. Por si fuera poco, las previsiones del grupo científico Global Carbon Project estiman que este año volverán a aumentar las emisiones de CO2 derivadas de la quema de combustibles fósiles luego de un trienio de parón.

Con la retórica habitual de estas cumbres, los países han acordado "iniciar una proceso para fortalecer" los compromisos puestos sobre la mesa en París-2015, es decir, para ir más allá de lo que se prometió en la cumbre de la capital francesa. Si se dejan las cosas como están, las temperaturas a finales de siglo XXI superarán en más de tres grados los valores preindustriales. "Esa sensación de urgencia no se corresponde con los documentos aprobados en la COP23", lamenta Javier Andaluz, responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción. "Nuestra existencia está amenazada", fue el grito de desesperado del reverendo Tafue Lusama, el negociador de la pequeña isla de Tuvalu, en el Pacífico Sur.