A los 3 años, a los niños y niñas ya se les está educando, desde los cuentos y juegos, en los estereotipos masculinos y femeninos. Espabilados, empiezan a identificarse con ellos. Coches, pelotas y valientes caballeros, frente a muñecas, cocinitas y damiselas rosas. El aleccionamiento alcanza las emociones, alerta la pedagoga Núria Solsona. «Se enseña que las niñas deben ser dulces, atentas y cariñosas, mientras para los niños se considera normal que sean movidos, agresivos, que molesten». La autora del libro Ni princesas ni piratas, por educar niños y niñas en libertad va más allá: «A los niños se les educa en el analfabetismo emocional. Todavía se dice lo de No llores, es de niñas». Las emociones no deberían tener género, pero la expresividad del afecto es aún cosa del antaño llamado sexo débil. Vamos mal.

Y llega la pubertad, las actitudes y la violencia machistas, la anorexia... «Se habla mucho de educar a los adolescentes en la igualdad, pero ¡si hemos llegado tarde!», avisa Solsona. Llevan años con la carga de género interiorizada.

Las raíces del sexismo y la desigualdad se hunden en el patio del colegio. ¿Qué hacer? Impulsar la educación en igualdad desde la escuela infantil y la familia. «Hay colegios mixtos, pero no son coeducativos. Debemos analizar bien cuentos, juegos, disfraces, canciones... Romper estereotipos y abrir las posibilidades. Los niños pueden ser pacíficos, cariñosos y vestirse de princesas», asegura esta experta en educación.