--Ha escrito el mejor libro extremeño del año.

--Para mí, es mi mejor libro.

--"Obra de esplendor y madurez", dice el jurado Luis Mateo Díez.

--Debe ser de madurez, porque si a los 50 años uno sigue escribiendo una obra joven, va mal encaminado.

--Usted ha dicho que siempre escribe el mismo libro.

--Durante 25 años he escrito unos 6 o 7 libros y he cambiado poco. He seguido hablando de las mismas cosas, pero me he vuelto más claro, más transparente.

--Para ser poeta empezó a escribir algo tarde, a los 23 años.

--Los primeros poemas los escribí con esa edad, un poco por azar, porque se dieron las circunstancias idóneas, las lecturas poéticas adecuadas, y yo quise emularlas con unos poemas bienintencionados y candorosos.

--¿Y se arrepiente de ellos?

--No, porque en ellos está el Basilio Sánchez de los últimos poemas. Eso sí, me reservo el derecho de leerlos en público.

--¿Y están escritos para la inmensa minoría?

--Escribo poesía para quienes la necesitan. Los poemas salen al encuentro de quien los espera, y estos siempre han sido para una inmensa minoría.

--Ahora publica prosas, unas prosas autobiográficas.

--En ellas cuento cosas que envuelven el principio de mi creación poética.

--¿Qué cosas?

--Mi crecimiento entre los óleos de mi padre, entre las canciones de mi madre, en medio de las dificultades del lenguaje.

--¿Dificultades?

--Yo entonces hablaba rápidamente y no se me entendía. Era tímido y me costaba expresarme, tenía poca capacidad de comunicación.

--¿Su infancia fue feliz?

--Sí, con esta limitación que digo. Pero no me faltó el cariño.

--¿Y su adolescencia?

--Conflictiva, como la de todos.

--Al decidir su profesión ¿Por qué escogió la medicina?

--Como tenía dificultades con el lenguaje, que no era lo mío, mi salida era la naturaleza, la biología, la ciencia.

--Trabaja en una Unidad de Cuidados Intensivos en Cáceres. Tuvo demasiado pronto contacto con la muerte.

--A los 17 años entré en las salas de anatomía y no me desmayé. Contacté con naturalidad con la muerte. Asumí que era mi trabajo. Y no me sentí débil, ni frágil, ni incapacitado. Ante ella, en mi trabajo intento ponerle freno y, a la vez, acompañar a quienes sufren.