Primero fueron insultos ("me llamaban marginado, maricón"), después los empujones y los golpes. El acoso de los compañeros de clase fue en aumento. Le atacaban y agredían por su condición de homosexual. Ni las excursiones y salidas fuera del colegio eran tranquilas para J. M. M. En una de ellas, le intentaron tirar de un vehículo en marcha y a la hora de comer quisieron meterle un palo por el ano. Dos cursos después, y sin que la escuela de Cerdanyola del Vallès (Barcelona) donde estudiaba diera solución a las reiteradas quejas de su familia, un alumno colgó una foto suya en internet con amenazas. "Me hicieron la vida imposible. Me sentí humillado. Como una mierda. Me encerré en casa. Caí en una depresión y estuve a punto de suicidarme", asegura hoy J. M. M. La tortura que sufrió desde los 11 años y durante más de cuatro cursos ha quedado atrás.

El Juzgado de Primera Instancia número 2 de Cerdanyola dictó el 26 de mayo una sentencia pionera en la que condena al colegio concertado Nuestra Señora de Montserrat de esta población a pagar a la familia del muchacho 50.770 euros, más los intereses, por no haber tomado las medidas de control y vigilancia necesarias para evitar el acoso escolar. El fallo es contundente: "Se puede afirmar que la situación vivida por el menor J. M. M. durante el periodo que cursó estudios en el centro Nuestra Señora de Montserrat se ajusta a los parámetros que se definen como acoso escolar". El menor estuvo 897 días en tratamiento por un trastorno adaptativo, con ansiedad y depresión. La resolución, que ya ha sido recurrida por la escuela, argumenta que el colegio disponía de información suficiente que "podría haber permitido prevenir y corregir" los comportamientos de acoso que se produjeron desde septiembre del 2005 a enero del 2009.