La producción de coca en los países suramericanos está derivando en un lento y sostenido proceso de devastación de las selvas tropicales, a tal punto que uno de los gobiernos más afectados, el de Colombia, ha interpelado directamente a uno de los principales centros de la demanda, Europa, con este mensaje: cada gramo que se consume aquí conlleva la destrucción automática de cuatro metros de selva en Suramérica. El vicepresidente de Colombia, Francisco Santos ha iniciado una gira europea para difundir el mensaje. Las cifras que maneja el Gobierno son que cerca de 2,2 millones de hectáreas de bosque colombiano han sido arrasadas para cultivar hoja de coca.