TDtelante del contenedor de la basura todo se me hace dudas y remordimientos. No sé si coloqué los desperdicios como mandan los de Medio Ambiente, cristal por un sitio, plástico por otro, papel a un lado, residuos orgánicos a otro. Miro al contenedor azul, luego al amarillo, después al verde, y me quedo en blanco. Y es que la campaña de concienciación que llevamos años padeciendo ha hecho tal mella en mí que puedo pasarme la noche en vela si incumplo con mis deberes cívicos. No les exagero. Hasta tal punto me han convencido de que el Amazonas puede quedarse como la cabeza del Iñigo si no pongo las bolsas donde les corresponde, que siento que el futuro del planeta se juega cada noche con la decisión que yo tomo frente a estos contenedores. Han invertido muchos años y muchos millones en hacerme sentir culpable. Me tenían tan asustado que antes cantaba Mediterráneo de Serrat bajo la ducha y ahora apenas tarareo Tiene que llover , de Pablo Guerrero , y con prisas, no sea que por mi culpa se sequen los campos de golf. Menos mal que llegó la crisis y me dio un respiro. La crisis y la decisión del Gobierno de incentivar la venta de coches y fomentar las petroleras y todo lo que ello conlleva. No sabe usted qué alivio. Porque me hacen suponer que lo de la contaminación ya es historia, que el medio ambiente es un problema menor y que si les importa un carajo es porque el planeta está ya como un pero y unas toneladas más de dióxido de carbono no van a matar a nadie, excepto a los de siempre. Eso, o que se les acabó las ideas y entre el dilema economía o salud tiran por la calle del medio, y salga luego el sol por donde salga. Casi prefiero no saberlo. Mejor vivir con esta nueva duda que con el viejo rencor de los contenedores.