Vicente Ferrer, muy débil y sedado en una habitación de su casa de Anantapur, en una de las zonas más depauperadas de la India, no estaba solo ayer. Le acompañaban en su camino hacia el postrer adiós su mujer, Anne, sus hijos y los médicos y enfermeras que él mismo había contratado para cuidar de los pobres de esa árida región meridional de la India. Según sus allegados, la muerte de Ferrer puede ser cuestión de horas, a lo sumo de días.

Después de una larga vida entregada a los más pobres entre los pobres de la India, al exjesuita y cooperante catalán ayer no solo le acompañaban sus más íntimos allegados. A más de 8.000 kilómetros de distancia, en Barcelona, centenares de mensajes procedentes de toda España y Latinoamérica invadían el buzón de correo electrónico de la fundación que lleva su nombre. Un comunicado en la web de la fundación dio la alarma al mediodía. "Durante la pasada madrugada, Vicente Ferrer ha sufrido serias complicaciones respiratorias y su estado es muy delicado. El equipo médico que lo está atendiendo en su casa, en Anantapur, informa de que se encuentra sedado y tranquilo".