Una cincuentena de ministros de medioambiente se reunieron ayer con la presidenta de la Cumbre de la ONU sobre el Cambio Climático, la danesa Connie Hedergaard, para empezar a esbozar un intento de acuerdo que regule las emisiones de dióxido de carbono. Pero a la espera de los 110 jefes de Estado y de Gobierno para desencallar la cumbre, la primera semana solo ha servido para constatar el abismo entre los países industrializados y los países en desarrollo en los dos aspectos fundamentales: el esfuerzo que cada uno debe realizar para contener las emisiones y la cuantía de la ayuda que los primeros tienen que ofrecer a los segundos.

Aunque parezca extraño, no cabía esperar mucho más. La secretaria de Estado de Cambio Climático del Ministerio español de Medio Ambiente, Teresa Ribera, consideró ayer que será muy difícil lograr un documento jurídicamente vinculante a causa de las posturas divergentes entre los participantes.

SESIONES Las sesiones de los primeros días estuvieron dedicadas a aspectos de metodología, como la forma más correcta de computar las emisiones, mientras que en las cuestiones clave la única propuesta oficial ha sido un borrador lleno de corchetes, es decir, con cifras pendientes de pactar. Los negociadores esperan a sus líderes. El Bella Center, centro de convenciones que acoge la cumbre, aguarda a los 110 jefes de Estado y de Gobierno.

El borrador prevé un recorte global de las emisiones de efecto invernadero de entre el 50% y el 95% hasta el año 2050, entre otras medidas. Los países industrializados no tienen excesivo margen de maniobra a la hora de reducir las emisiones a corto plazo (2020). En cuanto a los emergentes, la ONU insiste en que deben aceptar algún tipo de compromiso para contener emisiones.