El fiscal francés que se encarga de la investigación del accidente del Airbus A320 siniestrado hace una semana en los Alpes, Brice Robin, no quiso utilizar la palabra "suicidio" para explicar el extraño comportamiento de Andreas Lubitz. "Normalmente, cuando uno se suicida lo hace solo", dijo el pasado jueves. No obstante, juzgó legítimo plantearse la pregunta. Pues bien, ayer fue su colega alemán, el fiscal de Düsseldorf, Ralf Herrenbrück, quien de manera indirecta volvió a dejar en el aire la misma pregunta.

Herrenbrück informó a la prensa de que el copiloto de la compañía Germanwings que condujo el aparato directo a la catástrofe con otras 149 personas a bordo había seguido en el pasado, no en fechas recientes, tratamiento para combatir sus tendencias suicidas. "El copiloto estuvo en tratamiento psicoterapeútico por tendencias suicidas hace varios años, antes de obtener su permiso para pilotar", precisó.

El fiscal alemán no aclaró si las fechas de este tratamiento coinciden con el periodo en el que el joven copiloto abandonó su periodo formativo en la escuela que Lufthansa tiene en Bremen. Pero dejó claro que de las consultas médicas a las que acudió Lubitz los pasados febrero y marzo, así como de la baja médica hallada en su domicilio de Düsseldorf, no puede extraerse la conclusión de que, en el momento de la catástrofe, estuviera aquejado de la misma propensión a terminar con su vida.

"Recientemente se produjeron otras consultas que provocaron una baja médica pero no se pueden confirmar tendencias suicidas o agresivas respecto a terceros", apuntó el magistrado alemán. El motivo de estas visitas médicas, por tanto, sigue sin conocerse.

La Fiscalía de Düsseldorf, que colabora con las autoridades francesas en el esclarecimiento de las causas del siniestro, insistió en que hasta la fecha ni el ambiente familiar, laboral o personal de Lubitz permiten arrojar luz sobre las motivaciones del copiloto. Según el registro de la única caja negra hallada hasta el momento, Lubitz impidió la entrada en la cabina de mandos al comandante, Patrick Sodenheimer, que había salido para ir al baño.

Al tratarse de una puerta blindada cuya apertura tiene que accionarse desde el interior de la cabina, según la norma adoptada tras los atentados del 11-S, el comandante no pudo impedir la maniobra descendente iniciada por el copiloto.

PILOTO HOLANDES El refuerzo de la seguridad jugó en este caso en contra. Algo que, de manera premonitoria, denunció hace dos meses el piloto holandés Jan Cocheret en la revista de aeronáutica Piloot en Vliegtuig. "Gracias a las puertas blindadas ya no es muy difícil que un piloto impida a su compañero acceder a la cabina. Solo tiene que esperar a que tenga que satisfacer sus necesidades naturales para no volver a abrirla", decía en su artículo, titulado gráficamente: "¿Puedes abrirme la puerta?".

A raíz del accidente de Germanwings muchas compañías aéreas han anunciado que harán obligatoria la presencia de dos personas en la cabina de mandos. Ayer se sumaron a la medida dos aerolíneas del Golfo: Emiratos y Etihad Airways. La Comisión Europea se plantea igualmente incluir esta medida en la normativa europea.