TMtucha gente cree que es un timo eso de que el hombre ha ido a la Luna. Por el contrario, otros creen que es de allí de donde proceden los que elaboran los planes educativos. El caso es creer. El que cree en algo, por muy pobre que sea, ya puede decir que nunca le faltará un puñado de promesas que llevarse a la boca. Los sicólogos creen que creer es el mejor remedio contra el desánimo. Y yo les creo. Por eso he optado por creer en muchas cosas, alguna de ellas francamente increíbles. Creo en el Dinero Todo Poderoso y en el Euro, su único hijo, y hasta creo en las cremas de protección solar; pero, ay, por más empeño que pongo, me encuentro incapaz de creer en el sistema educativo y en los viajes a la Luna. Cuando pienso en el sistema educativo me viene a la cabeza ese examen de Historia de España en el que se les pidió a los muchachos que contaran cuanto supieran sobre el 2 de Mayo, y uno, quizás no el menos listo, contestó: de qué año. Parece que Pérez Reverte también conocía la anécdota y eso le ha empujado a publicar en estos días su novela Un día de cólera , como para aclarar el asunto. Pero no creo que lo consiga. Como tampoco creo en los viajes a la Luna. Es decir, si me esfuerzo puedo creer eso que dice ahora la NASA de que llegarán a ella en el 2020, pero me cuesta creer que alcanzarán la Luna con la tecnología de los años cincuenta, cuando a duras penas podía alcanzar Madrid un extremeño en menos de siete u ocho horas en un coche de línea. Lo que me mosquea no son los treinta y cinco años de fracaso que han seguido a aquel supuesto alunizaje sino las intenciones. Nos prometen la Luna con una mano mientras que con la otra se cargan la Tierra. Eso es lo que creo.