Antonio Carabantes, uno de los dos hermanos de la joven Sonia que han viajado desde Suiza, había arrojado la toalla. Aún no conocía la noticia de la aparición del cadáver, pero "la presión" era excesiva y sus padres le necesitaban a su lado. "Creo que es mejor que esté con ellos dándoles apoyo", dice. Está a punto de abandonar el centro de voluntarios cuando el aumento de actividad comienza a ser sospechosa.

El vecindario no puede creerlo. Tras casi una semana de búsqueda incansable, el cuerpo de Sonia podía haber aparecido. "Es un alivio", dice una joven. A su lado, a un amigo se le enrojecen los ojos: "La conocíamos de salir por las noches. Era una buena chica". El silencio se impone.

Frente a ellos, una pareja no para de hablar. La conversación es la misma que la de un grupo de ancianos, que ven pasar el día sentados en un banco de la plaza, aún adornada con las luces y farolillos de la feria. Es la misma charla que la de los hombres del pueblo que juegan a las cartas en el bar. "Pobre niña", lamenta uno antes de lanzar el as de bastos. En la televisión del bar comentan la noticia y la partida para por unos momentos.

MIEDO EN EL PUEBLO

Una vecina pasea su intranquilidad: "A partir de ahora, va a ser terrible. Cuando nos miremos las caras pensaremos que puede ser cualquiera". Asustada, Carmen no para de mirar a la niña que juega en la puerta del chalet. "Mírala. Pensar que le pudiera pasar algo a ella...".

Paco asiente. Tiene los brazos llenos de arañazos: "Me caí por una cuesta en una de las batidas". No entiende quién ha podido hacer una cosa así. "La niña era guapísima. Cualquier borracho pudo encapricharse de ella y seguirla hasta la casa para hacerle quién sabe qué".

A cinco kilómetros de allí, María, una amiga de Sonia Carabantes, aparece por el lugar en el que se ha encontrado el cadáver, en la localidad próxima de Monda. Quiere ver el cuerpo, quiere saber de verdad si es el de su amiga Sonia, pero el cordón policial dispersado en la zona se lo impide. Está destrozada por la noticia: "Era preciosa, lindísima", asegura entre sollozos. Estuvo con Sonia en la feria. "Nos lo estábamos pasando tan bien... Ella se fue antes".

Mientras, la familia esconde su dolor tras un cordón policial. Todas las calles de acceso a la casa están cerradas con una banda de plástico blanca y roja.

Las horas que pasan sin que haya una confirmación oficial de la identidad del cadáver se convierten en un resquicio de esperanza. A pesar de todo, aún la conservan.