La mayoría de los cubanos descubren la triste realidad de que cada mañana amanecen más pobres, tras el paso de los huracanes Gustav e Ike , con pérdidas calculadas en 7.000 millones de euros, que han socavado la económica de la isla según admiten las autoridades. Ya sea por orgullo o dignidad, el Gobierno nunca ha pedido, por lo menos de manera pública, ayuda internacional, pero una nota del diario Granma , órgano del gobernante Partido Comunista, indicaba ayer que la nación por sí sola es incapaz de recuperarse de los daños causados por los dos ciclones que golpearon la isla solo con 10 días de diferencia.

"Es imposible resolver la magnitud de la catástrofe" con los medios disponibles, decía ayer, lo cual tácitamente se traduce en un llamamiento a la ayuda internacional. Las víctimas humanas son mínimas (siete), gracias a la perfección del trabajo de la Defensa Civil y de la población, entrenada e informada para estas catástrofes; los millones de damnificados cuentan con techo y comida en albergues y casas de vecinos, pero como nunca antes, casi todo el del país ha sido golpeado de una punta a la otra.

Hay medio millón de casas arruinadas y miles las hectáreas de cultivos destruidas. Nadie va a quedar desamparado, repiten los medios en entrevistas a los damnificados, quienes confían en el auxilio que les va a brindar la revolución, pero hoy ya se sabe que la isla no cuenta con medios para restablecerse. Los cubanos están acostumbrados desde hace 50 años a oír a las autoridades hablar de megaplanes, zafras azucareras gigantescas, y de tener casi el mayor zoológico con animales libres del planeta. Hoy ven que, si todo eso es cierto, también lo es que la nación es muy pobre y tras el paso de los huracanes, más.