TSte llama Beatriz, es vasca de padres salmantinos y vive en Galicia. Se dedica a organizar banquetes de cinco estrellas y su especialidad es el protocolo gastronómico. Ha coordinado ágapes para los Reyes de España en la fundación Camilo José Cela , donde, además de estar atenta a los detalles más nimios, también había de bregar con la puntillosidad de Marina Castaño. Hace poco, organizaba la boda de la hija de los marqueses de Ulloa, con la duquesa de Alba entre los invitados. En casa recordamos a Beatriz continuamente porque bebemos café en las tazas que nos regaló, cocinamos recetas que ella nos enseñó y, desde el viernes pasado, comemos los kiwis con una cuchara especial que nos ha enviado.

La llamo de mes en mes, charlamos y me informa de detalles entretenidos como que lo último en banquetes son los manteles gris marengo o me confiesa que su vara de medir la sofisticación es la cuchara de kiwi. Yo pensé que me estaba vacilando pues jamás había oído hablar de tal cubierto, con lo que pasé a engrosar su lista de personas garrulas. Beatriz no me humilló, pero siguiendo con su costumbre de educarme en la sofisticación, me ha enviado una cuchara de kiwi por correo. Es alemana, de acero inoxidable, diseñada por un tal Floz, tiene forma de calzador aerodinámico, pero con un canto dentado para cortar la fruta y me está permitiendo hacer la prueba de la sofisticación entre mis amigas: les muestro el artilugio, les pregunto para qué sirve y todas dicen que para calzarse los zapatos. ¡Serán rústicas!