La biología del pulpo aún está llena de misterios, pero sí sabemos dos cosas: las hembras ponen infinidad de huevos, generalmente más de 100.000, y las larvas crecen hasta la fase adulta a un ritmo endiablado, hasta dos kilos en menos de dos años. Si se consiguiera una aceptable tasa de supervivencia en espacios controlados, ¿qué animal podría superarle en rentabilidad?

El pulpo común o de roca (Octopus vulgaris) cefalópodo de mares templados y auténtica delicia gastronómica, nunca había merecido un interés preferente en el mundo de la acuicultura, pero la reducción de las poblaciones salvajes y el alto valor comercial han cambiado la situación en los últimos años. Un puñado de centros de investigación y empresas especializadas ya han logrado con notable éxito que pequeños pulpos crezcan con rapidez, tanto en tanques en tierra como en jaulas en mar abierto, y ahora lo que intentan es reproducir el ciclo completo de la especie: es decir, que los pulpos pongan huevos en cautividad, que las larvas resultantes crezcan hasta la fase adulta y que se reinicie el proceso. En todo caso no solo se trata de lograrlo, sino de que sea interesante a nivel comercial.

En la unidad de acuicultura del Institut de Recerca i Tecnologies Agroalimentàries (IRTA), en Sant Carles de la Ràpita (Cataluña), cuatro tanques de 500 litros de agua albergan cada uno 5.000 minúsculas larvas recién salidas del huevo. "Las que tienen un día están entre 1,2 y 2 milímetros. Luego, con 50 días, miden unos seis", resume el investigador Cristóbal Aguilera. Los huevos proceden de hembras que fueron capturadas en estado salvaje, pero han sido fecundadas en cautividad por machos también de origen salvaje. La puesta es única: las hembras mueren enseguida.

El gran problema en la acuicultura de pulpo no es el crecimiento de los alevines que han sido capturados en estado salvaje --por ejemplo, los procedentes de descartes de los pescadores-- ni tampoco la reproducción en cautividad. En ambos casos hay experiencias exitosas, como empresas en Galicia, Asturias y Canarias que toman ejemplares de unos 750 gramos y los engordan rápidamente hasta los dos kilos en jaulas situadas en mar abierto. Estudios del IRTA, instituto dependiente del Departament d´Agricultura de la Generalitat, sostienen que el cultivo es posible en el delta del Ebro siempre y cuando los pulpos, muy sensibles al calor, se trasladen a tanques climatizados en cuanto el agua veraniega supere los 24 grados.

El auténtico problema, el cuello de botella en el cultivo del pulpo, es que las larvas nacidas en ambientes controlados no llegan a los dos meses de vida. Bastaría con superar ligeramente los niveles que se producen en estado salvaje, aproximadamente un superviviente de cada 10.000 huevos, como para que el cultivo ya fuera rentable. José Iglesias y otros investigadores del Instituto Español de Oceanografía, en Vigo, fueron los primeros en completar el ciclo, pero las experiencias no han logrado consolidarse comercialmente.

Parece que el principal motivo radica en la alimentación. Como son animales carnívoros, las larvas de los pulpos necesitan presa viva cara y difícil de obtener (artemias y zoeas de centollo). Uno de los grandes objetivos de estos investigadores (Cristóbal Aguilera, Marina Delgado, Joan Ignasi Gairin y Alicia Estévez, entre otros) es determinar las mejores dietas mezclando los minúsculos crustáceos y enriqueciéndolos con microalgas y proteínas. Pero algo no funciona aún.