TLta semana pasada tuvimos cumbre hispano-francesa, con un Sarkozy del que no sabemos si es un político convertido en estrella del famoseo o viceversa. En pocos días tendremos otra cumbre, la hispano-lusa, en la que nos jugamos mucho más y a la que, con toda seguridad, dedicarán menos tiempo y espacio los medios de comunicación españoles, algo de lo que no hay que culpar al pequeño Napoleón porque es lo habitual de toda la vida. Para los que vivimos en Extremadura es vital que haya entendimiento y colaboración entre Madrid y Lisboa: simplemente porque estamos en medio. Hay quienes ya lo saben y trabajan en esa dirección y los que no se dan cuenta de por dónde vienen los vientos. Desde el oeste solo nos llegan vientos favorables, cargados de agua para nuestros campos y de un aroma de mar que la geografía nos negó. Para que todos los proyectos de futuro que tenemos con Portugal sean fructíferos será necesario que sean compartidos y que sean de igual a igual, olvidándose del tradicional complejo de superioridad que a muchos les entra cuando van al país vecino. Eso significa que la generosidad tendrá que ser un elemento primordial y, quizá, no tenga mucho sentido que todo lo común acabe estando en nuestro terreno y dirigido por nosotros, desde la estación internacional del AVE hasta esa Plataforma Logística del Suroeste Europeo, esa que constituimos sin tener socio del otro lado. De nada valdrá que en las cumbres haya un entendimiento magnífico si hay ayuntamientos que siguen jugando a la mezquindad de asegurarse los ingresos por licencias de obras y ciudadanos que se jactan de no saber decir ni gracias en la lengua de sus vecinos.