Mosén Antoni Viñas, de 78 años, hace tiempo que debería estar retirado y atendido por médicos. El domingo, el párroco de Sant Miquel de Fluvià (Girona) se quitó la casulla en misa, se despojó de la camiseta y se quedó con unos pantalones tres cuartos y las sandalias. Cuando iba a quitarse el cinturón para quedarse en bañador y flagelarse, le detuvieron. Tras cumplir los 75, presentó la renuncia por jubilación al anterior obispo, Carles Soler. "´Ya sabes que no tenemos curas´, me dijo. Como yo estaba bien, le dije que sí", explicó ayer.

El obispado afirmó ayer en una nota que en las próximas semanas tomará una decisión "buscando el bien" del párroco, pero este dijo ayer que el vicario general y el obispo ya le han comunicado que aceptan jubilarle. "Es una forma elegante de echarme", admitió sin tapujos.