Cuando lo único conocido era su saqueo de las cuentas de la Hermandad Santísimo Cristo de la Salud, Samuel Martín, el cura más famoso del momento por su tendencia a anunciarse como prostituto en internet, fue a comer con un vecino del pueblo. Noez es una localidad toledana muy pequeña, de menos de 1.000 habitantes, y aquí todos conocían al párroco, que también ejercía en el cercano, y aún más pequeño, municipio de Totanés. Tenía buena fama. La cita era a las tres de la tarde, pero Sánchez, de 27 años, llamó y dijo que podía quedar a las dos: su visita al médico había sido corta. Sacerdote y vecino se sentaron a la mesa.

"Antes de nada --comenzó el segundo--, cuéntame por qué has ido al médico".

"Me han operado de fimosis", contestó el cura.

"Pero si tú no necesitas ese tipo de cosas, ¿no?"

Martín puso una cara que fue interpretada como de ofensa y ahora es vista como de miedo. Miedo a que se pudiese descorrer el velo que ocultaba sus andanzas extrapastorales: su afición a las líneas eróticas, su anuncio en una red de contactos ofreciendo sexo, su intento de venta de un óleo de San Jerónimo, fechado en torno al siglo XVII, a través de la red.

"Hombre heterosexual para mujeres y parejas. En Toledo capital. Fotos reales. Bien dotado (15 cm.) para tu placer y felicidad. 15 minutos: 50 euros; 30 minutos: 75; una hora: 120. Estoy abierto a todo excepto al sado. No os arrepentiréis, os haré gozar de felicidad como nunca". El sacerdote, voluminoso y con perilla, mostraba dos imágenes en su perfil: en una posa de frente, vestido; en otra, de perfil, solo luce un calzoncillo gris y trata de ocultar su tripa. Ambas fueron tomadas en la casa parroquial de Noez, cuyo perímetro estaba ayer cercado por las cámaras. Una mujer pasó caminando por allí, aceleró, y, cuando ya estaba lejos de los objetivos, se dio la vuelta y gritó: "¡No voy a decir nada, que ya hay mucha leña ardiendo!"

CUENTA VACIA El mes pasado, el director de una entidad bancaria llamó al presidente de la hermandad de Noez para decirle que la cuenta del colectivo estaba vacía. La víctima pidió explicaciones al cura. Su primera versión para justificar la desaparición del dinero fue esta: su antecesor había dejado diversas deudas y, además, él había gastado parte de esos euros (varios miles) en la automatización de las campanas de la iglesia del pueblo.