Los cómicos del Siglo de Oro que viajan por los caminos de un pueblo a otro son sometidos a vejaciones por el público en El Lazarillo , la obra de teatro de Miguel Murillo, basada en la novela picaresca más famosa de la literatura española. Los espectadores de Cáceres será, seguramente, más benévolo con los cinco actores de este montaje, que dirige Memé Tabares y con el que se abren hoy las representaciones del Festival de Teatro Clásico. La previsión meteorológica ha hecho que la función se traslade al Gran Teatro (22.30), explica Javier Uriarte, actor y fundador de la compañía Z-Teatro. Estudiante en Madrid y Londres, regresó a Extremadura donde demuestra que puede vivirse del teatro.

--¿Qué clase de Lazarillo van a ver los espectadores?

--La versión de Miguel Murillo nos presenta los capítulos más recordados de la novela y a una compañía de cómicos representándolos.

--Eran cómicos algo sufridos.

--Les tiraban piedras, no les dejaban actuar, vivían malamente. Así que la obra es también un homenaje a esos intérpretes que deambulaban de un lado para otro sin quejarse. Hoy, que vivimos mejor, somos muy reivindicativos.

--¿Usted come caliente y bajo techo?

--Sí. Trabajo me ha costado vivir del teatro, pero he tenido mucha suerte.

--¿Y qué queda de aquella vida de actor tan remota?

--Quedan las carreteras y los caminos. Montarse en una furgoneta y estar un día en Granada y otro en Los Pedronches. Quedan las aventuras, que el coche viejo te deje tirado... Aún hace unos diez años podías llegar a un pueblo de gira en un pequeño 600 y escuchar a los vecinos gritar: "¡Recoged las gallinas que vienen los actores!".

--Los pícaros ya no recorren los caminos.

--Puede que la gente sea cada vez menos ingeniosa y haya perdido picaresca. Lo que sí ha pasado es que la gente se ha vuelto demasiado individualista.

--¿Qué clase de actor es?

--Soy meticuloso, dispuesto a aprender de cualquier método para buscar mi propio camino.

--¿Cómo defiende a los clásicos?

--Hay que buscar algo nuevo, que haga reflexionar, que muestre de otra manera un clásico. Por ejemplo, en El Lazarillo recurrimos a la comedia del arte italiana, que lo hace tan visual que a veces puede entenderse sin escuchar los diálogos.

--¿Y qué le espera como actor?

--Creo que lo importante es entregarse al público, ser honesto con él, que vea que hay un trabajo detrás, un compromiso con el teatro. Cuando se me quiten los nervios antes de cada representación no merecerá la pena el teatro.