Una corrida con pésimos resultados por el comportamiento de los toros, aunque en el marcador se anotaron sendas orejas de los extremeños Antonio Ferrera y Miguel Angel Perera, sin embargo, tuvo su capítulo más amargo, de decepción, en las sospechas de manipulación fraudulenta en las astas de los toros, ayer en Pamplona.

No es la primera corrida de Fuente Ymbro este año puesta en entredicho por la sombra del serrucho . Hace menos de un mes, en Alicante, echó seis toros cornicortos y de puntas redondeadas. Y tampoco es la primera vez que en Pamplona se lidia una corrida presumiblemente afeitada , pues sin ir más lejos, con una de Núñez del Cuvillo hubo sospechas que nadie aclaró el año pasado. En todas, qué causalidad, se anunciaban figuras. Como ayer. En el cartel al menos un nombre con mando en los despachos. Y qué pena, que ocurra en la feria pomposamente bautizada como la del toro . Un ciclo cuya fama y esencia se basa en la pureza e integridad del toro.

No es fácil aventurar estas cosas si no es con la observación minuciosa de los pitones, desde el tendido y con prismáticos para detectar esa presumible manipulación llevada a cabo por el barbero de turno, experto en tan deleznables menesteres.

Lamentablemente quienes tienen responsabilidad en vigilar y abortar estos atropellos aseguran también que no hay un método científico fiable al cien por cien para detectar el fraude. Lo preocupante es que no actúen las administraciones autonómicas, en este caso el Gobierno Foral de Navarra con competencias taurinas ya transferidas.

La organización de las corridas, la llamada Casa de Misericordia, seguramente no sepa bien de estas martingalas. Hay un técnico o veedor, y ése sí. La guerra del afeitado no hay porqué darla por perdida. Y en Pamplona menos. Así que, a investigar y depurar responsabilidades.

LAS FAENAS Y si sale una corrida mala como la de ayer, por lo menos que no levante sospechas de estar adulterada. Un solo toro, el que abrió plaza, se dejó torear en el sentido literal. Toro con nobleza, prontitud y largura en sus embestidas, aunque llevando siempre la cara natural, sin humillar. Ferrera, que lo banderilleó entre atléticas carreras, saltos y recortes, anduvo con prisas en el último tercio, siempre al aire del toro. Cortó una oreja porque metió la espada a la primera, aunque luego dejó que muriera el toro en una larga y penosa agonía por no arriesgarse a fallar con el descabello. La presidenta se la dio aún con escasos pañuelos.

Otra oreja se llevó Perera del siguiente. Pero fue otra cosa. Toro con peligro. Y faena dominadora y valiente. En las probaturas salió el torero prendido por los aires, llevando una enorme paliza. Aquí es donde se valora "la humanización de los pitones". El caso es que no hubo herida. Solo la ropa hecha jirones. Perera volvió a la carga tras enfundarse unos pantalones vaqueros. Con mucha suficiencia, despreciando las coladas por los dos lados, aguantando parones. Perera pudo con la situación. Y está por ver qué hubiera pasado con este toro en otras manos.

Los otros cuatro, imposibles. Ferrera se dejó tropezar mucho en el manso cuarto, sin llegar a estructurar faena. Al manso quinto, que huía de su sombra, Perera no pudo darle ni un pase. Pero ni uno.

Y el debutante Luque, con el peor lote dentro de lo mala que fue corrida, puso voluntad. Reservón, corto de embestida y metiéndose , su primero acabó buscando la puerta de salida. El sexto, tan manso y tirando tarascadas, tampoco dejó desahogos.

Pero con todo, lo peor de la tarde fue las sospechas de haber asistido a un espectáculo presumiblemente adulterado.