TLtas empresas que tienen entre sus trabajadores a un comercial eficaz, los equipos de fútbol que cuentan con un certero goleador y las compañías de teatro con actrices magistrales, hacen cuanto pueden para que quienes realizan su labor de forma brillante permanezcan el mayor tiempo posible en sus cometidos. La educación no debe de ser uno de esos campos. La semana pasado supimos que Luis García Montero , uno de los mejores poetas vivos de la lengua castellana, abandona su puesto docente en la Universidad de Granada, harto de tener que bregar con las estúpidas intrigas palaciegas de los departamentos y de tener que ser colega, en el sentido literal del término, de gente poco presentable. No debiera preocuparnos que Luis se pida una excedencia de cinco años, puesto que ganaremos un poeta a tiempo completo, sino que la Universidad y otras instituciones educativas puedan prescindir de alguien como él. Es el mundo educativo un lugar lleno de paradojas, donde todos podemos saber quién es el profesor interesante, preparado y ameno, que tiene que luchar contra los elementos, y quién es el plasta, rancio y anodino, que sale de rositas sin que nadie se atreva a decir en voz alta lo evidente. Las calles de Portugal están llenas de profesores manifestándose porque no quieren ser evaluados y en España son los estudiantes quienes arremeten contra una bella ciudad italiana. Los cimientos de la educación siguen sufriendo como siempre, porque es muy difícil innovar algo en un campo en el que lo fácil es subsistir con papeles amarillos, parafraseando eternamente a Fray Luis de León con aquello de "como decíamos ayer".