TVtoy a dedicar los próximos 90 días a una tarea ineludible: registrar mi casa palmo a palmo como si se tratara de la escena del crimen de una novela de Agatha Christie . Nadie ha sido asesinado en ella, pero resulta que he perdido un décimo de lotería que mis padres me regalaron el pasado verano, y que, en castigo a mi habitual desorden, está premiado con 120 euros. O mejor dicho: estaría premiado si consiguiera encontrarlo.

120 euros es poca cantidad para tanto trabajo, así que ahora no tengo muy claro si persigo el décimo por el dinero en sí o simplemente por tener un objetivo al que entregarme en los ratos libres. En cualquier caso, he buscado y buscado sin éxito: en los cajones de los armarios, en los cajones de la mesa del ordenador, en los de los muebles de la cocina, en los del armario del pasillo, en los cajones de la mesita de noche- Nada.

Pero resulta que tratando de llegar a las Indias he descubierto las Américas. Y es que esos cajones, depósitos de trastos a los que apenas presto atención, se me están revelando como elocuentes archivos de mi reciente memoria personal. Me he topado con todo tipo de objetos: las escrituras de este piso -firmadas horas después de los atentados de las Torres Gemelas-, la alfombrilla del ratón del viejo ordenador, el osito de peluche que me regaló ´Paola´ el día en que me hospitalizaron, el álbum de fotografías de mi viaje a la República Dominicana, la última nómina que cobré, la penúltima multa de tráfico, una felicitación de cumpleaños, un DVD de Tarzán-O sea que en estos cajones está todo lo que pueda uno imaginar. Todo menos el puñetero décimo de lotería.