Juan José M., el menor ya condenado por el asesinato de la mendiga Rosario Endrinal, ha asegurado hoy que los dos procesados adultos planearon dar "un susto" a la indigente provocando un pequeño incendio en el cajero automático donde dormía, aunque sin la intención de causarle daño.

Por el crimen de la mendiga, ocurrido en diciembre de 2005, Juanjo, que entonces tenía 16 años, fue condenado a ocho años de internamiento, la pena máxima para su edad, en una sentencia de conformidad después de que aceptara los hechos que le imputaba la fiscalía.

Ya cumplida la mayoría de edad, el joven ha acudido hoy a declarar en el juicio de sus amigos como testigo y, por lo tanto, con la obligación de decir la verdad porque, como le ha insistido el presidente del tribunal, de no ser así se podría proceder contra él por falso testimonio.

Juanjo, que no estaba con los otros dos procesados cuando empezaron a molestar a la víctima a principios de la noche, ha explicado que fueron Ricard P. y Oriol P. los que le pidieron que, aprovechando que la mendiga no le conocía, la convenciera de que le dejara entrar en el cajero, con la excusa de sacar dinero.

Según el chico, los dos procesados "cogieron unos palos de cartón y empezaron a pegar" a la mujer, al tiempo que la insultaban diciéndole "zorra cállate".

Tras esa nueva agresión, los jóvenes encontraron en un saco de escombros, situado afuera del cajero, tres o cuatro bidones de disolvente y, según la versión de Juanjo, a los dos acusados se les ocurrió "gastarle una broma" formando en el suelo un charco con líquido inflamable y prendiéndole fuego con una colilla.

Aunque no recuerda de quién fue la idea de provocar ese pequeño incendio, porque ese día iba "muy borracho", el testigo ha explicado que Ricard P. tiró la colilla encendida y también ha involucrado al otro joven: "Oriol me dijo 'como yo le he pegado y tú no has hecho nada, ahora yo me quedo afuera'".

El chico, no obstante, ha insistido en que en ningún momento hubo intención de causar daño a la mendiga y que no eran conscientes de que con su acción podían provocar una explosión en el cajero automático.

Según Juanjo, cuando él se disponía a tirar algo de disolvente en el suelo para formar un charco, a unos dos metros y medio de donde la mujer yacía adormilada, el bidón se cayó al suelo, se derramó el líquido inflamable de su interior y se produjo la deflagración, que provocó que el menor saliera despedido.

"La explosión me tiró al suelo, no me cogió de milagro", ha declarado Juan José M., que ha negado que cuando los tres salían corriendo del cajero escucharan los gritos de Rosario Endrinal, como ayer declararon los otros dos procesados.

Una vez fuera del cajero automático, de acuerdo con su relato, los tres jóvenes se quedaron "en blanco" y el menor preguntó "¿y si ha muerto?", pero sus dos amigos le tranquilizaron diciéndole: "seguro que no, seguro que no".

Juanjo mantiene que habría ayudado a la mendiga a escapar de las llamas, pero, ha añadido, "estaba muy asustado y era muy peligroso entrar a salvarla".

En la sesión de hoy del juicio ha declarado el responsable de la dotación de bomberos que sofocó el fuego en el cajero, quien ha corroborado la versión de Juan José M. de que el bidón y el charco de disolvente estaban a unos dos metros de la mendigo, lo que descartaría que la víctima fuera rociada con líquido inflamable.

El origen del bidón de disolvente, sin embargo, sigue sin estar claro, ya que, de acuerdo con las explicaciones del encargado del edificio en obras situado junto al cajero, los recipientes con disolvente debían estar en el andamio, pero no es descartable que esa noche los obreros los hubieran dejado en el saco de escombros.

El lugar donde se encontraban los bidones es clave para aclarar si el crimen fue premeditado y si, como se desprende de la investigación, los acusados llegaron incluso a escalar el andamio para conseguirlos.

Finalmente, en el juicio no declarará la hija de la víctima Rosario Endrinal, puesto que la defensa de Ricard P., que lo había solicitado, ha decidido renunciar a dicho testimonio.