No hay otras razones que las de intentar conseguir dinero o notoriedad. Eso, o un abogado listo que quiere sacar dinero a su cliente. Son las únicas explicaciones que encuentro al hecho de que una mujer en Estados Unidos, cuya madre falleció en accidente, haya demandado a la compañía telefónica y al fabricante del teléfono móvil por no advertir a los usuarios de que utilizarlo mientras se conduce, es peligroso. Lamento su pérdida, pero eso no impide que me quede estupefacta ante la iniciativa. Pensará que puede conseguir indemnizaciones millonarias como en los casos de las demandas contra las tabaqueras, pero son asuntos muy distintos. Los cigarrillos, además de tabaco, llevan sustancias cancerígenas y potenciadoras de la adicción; los móviles en sí mismos no potencian accidentes, solo si se hace un uso inadecuado de ellos, es decir, mientras se conduce o, por ejemplo, mientras se baja con los ojos cerrados una escalera. En ese caso también se puede demandar a la empresa de telefonía y al fabricante de baldosas, por no advertir del peligro de descender los peldaños a oscuras mientras se mantiene una conversación móvil en mano, o demandar al creador del mar océano si nos ahogamos por hablar bajo el agua. Puestos a ello, demandemos al cultivador de garbanzos por no advertir del peligro de morir de empacho si se come un cocido Maragato.

Me viene a la mente Jardiel Poncela cuando decía que nadie está más propenso a atragantarse que el que hace gárgaras con huesos de aceituna.

Demandemos también a los olivareros y a las industrias transformadoras por no hacer constar, en las etiquetas de bolsas y latas, que es peligroso hacer gárgaras con el hueso de los frutos.

Tengo curiosidad por saber cómo acaba la historia de la demanda.