La semana viene pródiga en noticias que ponen de manifiesto el mal talante de los jueces del deporte. Al pobre Contador lo han castigado por comerse un filete más de la cuenta, y al jugador internacional de fútbol sala Ali Bedredine --otra víctima-- lo han suspendido durante 91 años, según explica la nota informativa, por poseer dos licencias con dos equipos distintos . (No acabo de entender el adjetivo "distintos". ¿Acaso hay dos equipos iguales?).

Contador, si se confirma --espero que no-- su propensión al dopaje --y por ende a las narraciones fantásticas--, puede ser inhabilitado por ¿cuánto, dos años? En el caso del francés el asunto se agrava: no podrá jugar hasta que cumpla 120 años. ¡Un drama lo suyo! Porque, puestos a elegir, es mucho más llevadero subirse a una bicicleta a los 30 años para atravesar Francia en un tour sembrado de curvas y cuestas que correr tras un balón --también en territorio francés-- con la edad de un patriarca bíblico.

Los tribunales deportivos se están retratando en Francia, y la fotografía que vemos es la de unos señores rancios e insensibles que seguramente nunca han practicado deporte. No quieren ciclistas: quieren superhombres vegetarianos. Y sobre Bedredine, ¿a quién le puede hacer daño que un fogoso futbolista intente meter goles en dos competiciones distintas ?

En política, robar y prevaricar sale gratis. Muchos lo hacen, con nocturnidad y alevosía y sin sudar la camiseta. Pero por un quítame allá esas pajas, dos abnegados deportistas pueden ver truncadas sus carreras.

En deporte, al contrario que en política, no se perdona que el ser humano sea demasiado humano-