TLta prueba del desayuno: pones una tostada untada de cachuela (manteca de cerdo con menudillos del cochino) delante del sospechoso y si se la come con fruición es de Badajoz. Si pone cara de asco, probablemente sea cacereño. Desayunar fuera de casa mola. Las ciudades se llenan de cafés enmaderados, acogedores y abiertos que provienen de Italia, penetraron en España a mediados de los 90 por Barcelona y hoy existen en casi todo el país excepto en Cáceres. Uno de ellos, Café de Indias (Andalucía, Madrid y Badajoz), pretendió entrar en Cáceres. Algunos como Edinho (Sabor a Mistura ), pidieron precio, pero la franquicia era cara (180.000 euros). En Cáceres, desde que Luis Regidor abrió en el Gran Café una sucursal del Café de la Paix parisino, no se ha vuelto a ver un local a la última.

Lo más auténtico de Cáceres son las churrerías. En Mérida es también una churrería, Emérita Augusta, calle John Lennon, el lugar con más solera en desayunos, aunque la cristalera con vistas al río del Roma tiene su encanto. En Don Benito, el arte del desayuno oscila entre los churros de toda la vida del Tena y el desayuno de diseño (acero, madera y cristal) de La Esquinita o Zaguán, en el parque; Plazza, por la calle de compras, o Candela, en la plaza. Sea como fuere, el desayuno fuera de casa funciona. Tanto que Chiara, el restaurante de Cáceres donde más difícil es conseguir mesa, quiere abrir un local de desayunos en la Gran Vía (en una cochera próxima). Si está todo tan rico como en el restaurante, seguro que gusta hasta la cachuela.

*Periodista