Un hijo problemático. Eso es lo que representaba para el químico suizo Albert Hofmann el LSD-25, un derivado del ácido lisérgico cuyas propiedades alucinógenas descubrió por accidente el 16 de abril de 1943 cuando trabajaba en los laboratorios Sandoz de Basilea. La nueva droga fue recibida por la psiquiatría de la época como un prometedor agente terapéutico, pero la extensión de su uso con fines recreativos en los años 60 desencadenó una enorme controversia que desembocó en la prohibición de la sustancia y sumió a su descubridor en un estado de perplejidad. Pese a la mala prensa de su criatura, Albert Hofmann defendió la utilidad del LSD hasta el último de sus días. Y fueron muchos. Hofmann murió el martes de un ataque al corazón. Tenía 102 años.

La historia del LSD comenzó el 16 de noviembre de 1938. Ese día, sintetizó por primera vez la dietilamida del ácido lisérgico (LSD son las siglas en alemán) mientras investigaba los posibles usos medicinales de los alcaloides presentes en el cornezuelo del centeno, un hongo que infecta los granos del cereal. Tras varios experimentos fallidos --el químico pensaba que la sustancia podía usarse como estimulante de los sistemas circulatorio y respiratorio--, dejó su estudio. No volvió a sintetizar LSD-25 hasta cinco años después. En esta ocasión, absorbió de forma accidental y por vía cutánea una pequeña cantidad y ello le produjo, según sus palabras, "un estado similar a la ebriedad, no desagradable" que le hizo percibir "una corriente ininterrumpida de imágenes fantásticas y formas extraordinarias con una intensa y caleidoscópica variedad de colores". Un viaje en toda regla.

LAS PRUEBAS Decidido a comprobar la relación entre aquella extraña experiencia y el LSD, tres días después, el 19 de abril de 1943, tomó 250 microgramos, una dosis bastante mayor que la que más adelante se consideraría aconsejable para fines terapéuticos. Al sentir los primeros efectos, Hofmann se apresuró a regresar a su casa en bicicleta (no había automóviles disponibles a causa de las restricciones que imponía la guerra) y en el trayecto empezó a tener visiones amenazadoras. "Todo mi campo visual oscilaba y se retorcía como si estuviera viéndolo en un espejo curvo", relató. El pánico inicial dio paso, horas después, a "una sensación de buena suerte y gratitud". Fue un pequeño paseo en bicicleta para un hombre, pero no tardaría en convertirse en un gran viaje para una parte de la humanidad.

CASI UN NOBEL El descubrimiento puso en marcha una revolución en el campo de la psicofarmacología. Entretanto, Hofmann ampliaba sus investigaciones e identificaba el principio activo de los llamados hongos mágicos, la psilocibina.

Además, en esos años, el prestigio del científico suizo creció de forma extraordinaria. Fue nombrado doctor honoris causa en Harvard, Zúrich, Estocolmo y Berlín, y una invitación de la academia sueca alimentó los rumores sobre sus posibilidades de alcanzar el Nobel. Sus opciones quedaron truncadas con los primeros titulares de prensa sobre los efectos nocivos del LSD, una sustancia que había empezado a ser consumida por los jóvenes de forma masiva y desordenada. Corrían los 60 y la revolución hippy estaba en su apogeo.

La dietalimida del ácido lisérgico quedó definitivamente condenada al ser entronizada como la droga fetiche de la contracultura y la generación hippy. En abril de 1966 los laboratorios Sandoz dejaron de comercializar LSD al tiempo que aumentaban las medidas represivas.

La persecución tuvo un dudoso efecto sobre el consumo de ácido en la calle, pero acabó de forma drástica con la investigación clínica. Por esa razón, la huella del LSD ha acabado siendo más profunda en el campo de la producción cultural --la experiencia lisérgica ha resultado determinante en la creación de numerosas obras musicales (el disco Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band de los Beatles es el ejemplo más célebre), literarias, artísticas y cinematográficas-- que en el terreno científico. El doctor Hofmann siempre lo lamentó.