TDtiscrepo de esos sibaritas que dicen preferir a una mujer bien vestida a verla tal como vino al mundo. Allá ellos. Yo soy un tipo terrenal al que le gustan las mujeres bien desnudas , y cuanto más desnudas, más me gustan. Dicho esto, confieso que las fotos de Ana María Ríos publicadas recientemente en la revista Interviú no me aportan el menor placer sensual. No porque la retratada carezca de atractivo, sino porque ha primado en mi retina el desnudo ético sobre el desnudo carnal, y lo que ha salido a relucir bajo ese desnudo ético deja mucho que desear. Recordemos que Ana María es la ciudadana gallega que en plena luna de miel en Cancún fue detenida junto a su esposo por llevar en la maleta varias balas y un detonador. El cónsul honorario de España en Cancún, el Ministerio de Exteriores y los medios de comunicación hicieron un buen trabajo, y el matrimonio gallego pudo regresar al hogar dulce hogar libre de cargos.

Como poderoso caballero es don Dinero, Ana María, de profesión peluquera, en un giro inesperado ha optado por dejar a un lado el secador y el rictus de aflicción con que la conocimos para echarse al ruedo del oportunismo y sacarle el mayor partido a esos quince minutos de gloria que citó Warhol . Ignoro qué ha llevado a pensar a los responsables de la revista que el lector pude sentir pulsión erótica por la misma mujer en la que entonces llegó a depositar dosis de solidaridad y buenos sentimientos. Ahora que Ana María se nos ofrece en su desnudez, en un acto de rebeldía me declaro sibarita y afirmo que me parecía más hermosa cuando nos enseñaba no los pezones sino el ojeroso rostro del miedo.