El presentador de televisión Ray Gosling fue detenido ayer por la policía de Nottingham tras haber confesado en un documental de la BBC que acabó con la vida de su amante, enfermo de sida. Los agentes que le interrogaron han abierto una investigación que puede llevar a su procesamiento por asesinato.

El detenido había narrado ante las cámaras cómo asfixió con una almohada a su pareja cuando los médicos le anunciaron que no podían hacer nada más por él y los dolores se habían vuelto intolerables. La eventualidad de un procesamiento parece, sin embargo, improbable. Gosling, de 70 años, ya anunció que no revelará a la policía la identidad del joven al que ayudó a morir, ni la fecha, ni el hospital en el que ocurrió el suceso. Sin esos detalles, para la Fiscalía será casi imposible obtener los indicios necesarios para su procesamiento. En caso de que este se llevara a cabo, sería aún más complicado que Gosling pudiera ser condenado sin pruebas.

"Ray lleva en comisaría cinco horas y las investigaciones se hallaban en su etapa preliminar", anunció ayer su abogado, Digby Johnson. "Su ánimo es bueno, pero son momentos difíciles para él", añadió el letrado.

La confesión de Gosling formaba parte de un documental de la serie Inside-Out, dedicado a la muerte, emitido el lunes por la cadena regional de la BBC en East Midlands. Unos 98.000 espectadores de la zona pudieron verlo. La repercusión del programa, del que el resto del país solo ha conocido los principales extractos, ha sido en cambio enorme. La dirección de la BBC se dijo dispuesta a colaborar de la policía, si bien defendió su derecho a no revelar a los agentes el contenido del documental, rodado en diciembre, antes de su emisión. Los abogados de la cadena pública sostienen que no tiene obligación de hacerlo.

MOMENTO SIGNIFICATIVO La declaración del que fuera pionero en la lucha por los derechos de los homosexuales, presentador freelance y documentalista bien conocido en los años 60 y 70 ha disparado el debate sobre la eutanasia en el Reino Unido. El momento es especialmente significativo, porque el próximo mes se espera que Keir Starmer, director de la Fiscalía General, anuncie los factores que determinarán si alguien debe ser procesado por ayudar a otra persona a poner fin a su vida.

Starmer estableció en septiembre unas normas provisionales. En esas indicaciones excluye la ayuda a suicidas de menos de 18 años, a quienes no sean enfermos terminales, y a personas con perturbaciones mentales o con la capacidad intelectual disminuida. Las nuevas orientaciones son fruto de la batalla librada por una mujer, Debbie Purdy, quien recorrió toda la escala de la justicia británica, hasta llegar a la más alta judicatura. Purdy, que sufre de multiesclerosis, quería saber si su marido sería procesado en caso de que decidiera acompañarla a la clínica Dignitas de Suiza, especializada en eutanasia.