Los animales no se fijan en el calendario. Es la intuición quien les dicta cuándo llega la primavera. Los hombres son iguales. En Cáceres, por ejemplo, el verano no entra el 21 de junio, sino cuando una tienda de la calle Sánchez Manzano cambia el escaparate: en la estación fría muestra y vende alfombras, al llegar la calor, expone y despacha bañadores.

En Cáceres, nada más variar el escaparate de esa tienda, se disparan las alarmas y miles de señoras se asoman al espejo preparándose para lo peor: la llegada del día de la bestia, o sea, esa mañana de junio en que por primera vez en la temporada vuelven a embutirse en el traje de baño.

El bikini es una prenda delatora que en septiembre se guarda en el fondo del armario y en junio reaparece arrastrando fantasmas y desasosiegos. El bikini es un dos piezas traidor e inmisericorde que cada año, por estas fechas, nos recuerda los estragos de la edad ligera. Con él no valen componendas ni amaños y para salir triunfantes del trance, las ciudades extremeñas se han llenado de institutos de belleza, gimnasios milagrosos, tiendas de dietética y franquicias del adelgazamiento que rebosan de clientas en cuanto asoman las primeras flores.

CAMINO DE LA ERMITA Hay otras maneras más sencillas y castizas de afrontar el día del bikini. La más popular en Extremadura es el camino de la ermita. Los pueblos y las ciudades extremeñas cuentan casi siempre con una patrona venerada a unos kilómetros del casco urbano. Después de Semana Santa, los senderos que suben al santuario de Piedraescrita, de la Montaña o el Puerto y los caminos que llanean hacia las ermitas de La Luz, Bótoa, la Estrella o el Prado son un hormigueo de devotas damas de la Virgen y el adelgazamiento.

Primaveras extremeñas de espinacas y filetes a la plancha... Mayo, mes de las flores y de las dietas de la alcachofa, de la piña, de las Fibroki ... Obsesionantes días marcados por los dictados de la báscula: unos gramos de más o de menos sumen en la desesperación, abocan a la inseguridad, exaltan el ánimo. Y en el horizonte, inminente y amenazante, el día del bikini se acerca inexorable, imparable, con el agobio intrigante de lo paulatino.

Mediado junio, unos días antes de que el verano se oficialice, Extremadura entera se echa al agua. Las gargantas del norte ya están en sazón: rebosantes, resplandecientes, con los chiringuitos oliendo a pollo asado y las sombras tentando. Las piscinas de los pueblos reabren cloradas, fregadas y con sombrillas renovadas. Vuelven los socorristas irresistibles a los clubs privados y los parientes pudientes invitan a sus adosados con pileta. Sí, ahí está y no admite dilación: ha llegado el terrible día del bikini.

No se sabe de ninguna extremeña mayor de 25 ni de ningún metrosexual castizo que se haya sentido seguro y satisfecho de sí mismo al contemplar su estado tras ponerse por primera vez el bañador. Esa desnudez lechosa, esa flacidez carnosa, esas piernas de canillas esperpénticas, de pistoleras sin misericordia sumen en la angustia al orgulloso, al altivo, a la engreída y a la indiferente.

Son demasiadas horas ante el televisor, demasiados anuncios de chicas Kas Limón , de vientres Martini y culos Lacoste .... En la tele que nos evangeliza cada noche, hasta el Fiti está delgado. Además... ¿Cómo escapar a las burlas hirientes de los tertulianos de la basura que asaetean con sarcasmos la insinuación del michelín, el estrago de la grasa?

El día del bikini, las extremeñas respiran hondo y entonan por lo bajo a Luz Casal mientras se desvisten tras una peña o a la sombra de un olmo: "Y no me importa nada". Después salen a la hierba del Jerte, al cemento de la Ciudad Deportiva o a la arena de Matalascañas dispuestas a soportar cualquier ironía, pero siempre se encuentran con la solidaridad de un primer comentario: "Hija, estás estupenda" y después, la indiferencia.

Y es que el día del bikini o del meyba de mil rayas es un trance universal que todos hemos de pasar antes de sumirnos en la naturalidad. Los cuerpos desnudos, ya sean gordos o delgados, esbeltos o decrépitos, impresionan medio minuto por la falta de costumbre. Después se convierten en algo normal y da lo mismo que hayas seguido la dieta de Natur House medio año o los ejercicios de Curvas durante la primavera. El ojo humano se habitúa a la desnudez y sólo atiende a las impresiones instantáneas. El día del bikini es un mito, un atavismo. A las gentes, en realidad, les importa un bledo nuestra figura porque el único cuerpo que les interesa es el suyo.