Los muchos fans de Banksy deben preparase para lo peor. El grafitero británico, probablemente el pintor de paredes más célebre del mundo, podría no ser el lobo callejero que habían imaginado hasta ahora. Todo parece apuntar a que el guerrillero del espray pertenece, en realidad, a la muy decente clase media inglesa de Bristol. Después de 10 años logrando mantener oculta su identidad, un periódico londinense dice haber desentrañado el misterio de quien coló en Disneylandia una muñeca inflable vestida con el uniforme de los presos de la cárcel de Guantánamo y, en el Louvre de París, su propia versión de la Mona Lisa.

El Mail on Sunday ha pasado un año siguiendo el rastro del grafitero y, tras hablar con decenas de colegas, amigos, familiares y conocidos, asegura saber quién es, a pesar de que aún no ha presentado pruebas irrefutables. Si se aceptan sus conclusiones, el artista se llama Robin Gunningham y tiene 34 años.

Robin creció en una tranquila urbanización a las afueras de Bristol, en una familia estable que le envió a un colegio privado carísimo en el que también estudió la supermodelo Sophie Anderton. Ya entonces, según recuerdan sus antiguos compañeros, se dedicaba a hacer cantidad de ilustraciones y despuntaba como un gran talento. Después de dejar la escuela, con 16 años, comenzó una vida nómada con amigos con los que compartía pasión por el graffiti, en Bristol primero y en Londres después.