El pasado 4 de marzo murió una chica, atropellada por un tren, en la vía de Sitges a Vilanova, en una zona algo degradada, detrás de un antiguo y abandonado prostíbulo, el Hotel Acapulco. No suele morir mucha gente en Sitges por accidente, pero aun así de esta tragedia nadie supo nada.

Ni la policía local. Ni Barto, el chófer de la línea del autobús municipal que siempre se entera de todo. Ni José, el jardinero que tiene una pequeña casa con huerto al lado de la vía, a apenas 200 metros del lugar donde se produjo el accidente. Ni siquiera en el ayuntamiento lo sabían. Sólo unos agentes de la Guardia Civil fueron informados, porque fueron ellos quienes avisaron al consulado de Estados Unidos al encontrar al lado del cuerpo un DNI de la joven muerta, Isabel Becu Lindsay, de 21 años.

"No entiendo nada. Cuando me avisaron de que había pasado esto y llegué a Sitges, nadie sabía nada del accidente. Y cuando lo pregunté a la Guardia Civil, me dijeron que el agente que sabía del caso estaba de fiesta. Yo preguntaba por el pueblo y alguna gente conocía a Isabel de vista, pero nadie sabía de su muerte. Era muy raro". Es el relato, algo desesperado, del escultor Steve Lindsay, padre de Isabel.

Viajaba sola

Vino volando desde Maine, Estados Unidos, tras ser avisado por el consulado. Sólo estuvo cuatro días aquí, para identificar a Isabel, tramitar la incineración y llevarse las cenizas a EEUU. Pudo estar un día en Sitges para ver el lugar del accidente y preguntar en el pueblo por su hija, y también por su mochila. Porque eso es lo que busca Steve.

A su hija ya no la puede recuperar. Pero en aquella mochila debe estar su diario, en el que relataba su periplo por Europa. "Nos gustaría saber algo de ella, de sus últimos días aquí. Nos llamaba a veces y le encantaba Sitges. Pero parece que no queda ninguna huella", dice Lindsay, que además querría saber más de las circunstancias de su muerte. "Puede que piensen que fuera un suicidio, pero estoy seguro de que no lo fue".

En el lugar del accidente, de hecho, sólo el típico zumbido de los raíles avisa de la llegada del tren. El convoy debía de llegar por la espalda de Isabel, cuando se dirigía al pueblo. Pero ¿por qué iba por ahí? Y ¿dónde estaba su bicicleta, que siempre la acompañaba?

El 8 de octubre, Isabel había partido del pequeño pueblo pesquero de Tenants Harbor, en el estado de Maine, donde viven sus padres, divorciados, artistas ambos. Voló a Irlanda y luego a París. De ahí, en tren a Amsterdam. En diciembre consiguió una bicicleta y fue hasta Bilbao, de ahí a Salou, y desde mediados de enero estuvo en Sitges, donde solía dormir bajo algún puente o en una casa abandonada.

"Le gustaba mucho tocar música en la calle. Escribía relatos y poesías y hacía un diario de su viaje", recuerda Steve Lindsay.