Cineasta

Un rodaje es un hogar, al igual que la escritura de un libro, la pintura de un cuadro o la realización de cualquier obra, mientras dura. Hace más de dos meses mi casa se llama La mala educación . Y desde que entré apenas he tenido ocasión de husmear el exterior. No hago sino rodar, pensar en la película e intentar dormir lo suficiente para tener la cabeza fresca al día siguiente. Apenas leo, no salgo, no voy al cine, no escucho música ni veo la televisión.

La vida se reduce mucho durante el periodo de rodaje, pero también se intensifica, aunque sea en una única dirección. Las pocas sensaciones que logran rozar tu sensibilidad lo hacen de un modo muy vivo. (...)

A veces todo lo que rodea al plano que estás rodando es más sugerente que el propio plano. En Valencia, estábamos preparando una escena de lluvia, y de pronto vi cómo un niño de unos diez años recibía el agua de las pértigas con la alegría con que los niños saben celebrar los fenómenos naturales. Después de soportar semanas de un calor sofocante, el niño se escapó de su casa y salió a la calle pletórico mientras sus padres seguían pegados al balcón. Buscando el agua que le refrescara se puso justo en el centro de nuestro plano. Nadie lo echó.

Esa noche, el personaje de Lluís Homar se lanzaba hambriento a los labios del personaje que interpreta Gael, cuando descubre que no volverá a verlo por un tiempo. Es una escena muy dramática y por su naturaleza me habría gustado rodarla sin testigos, pero no pudo ser. Aunque fueran las tres de la mañana los balcones estaban a tope. Cuando llegó el beso, escuchamos un suspiro generalizado, seguido de un aplauso. Busqué con los ojos al niño, esperando que al menos él no estuviera, pero sí estaba, muy serio, contemplando probablemente por primera vez en su vida cómo dos hombres se besaban desesperadamente bajo la lluvia.

Nos enteramos de la muerte de Marie Trintignant a manos de su novio, el cantante del grupo Noir Désir. Que el líder de un grupo musical llamado Deseo negro mate a su novia a golpes es de una coherencia novelesca brutal. A todo el equipo nos impresiona mucho la noticia. El ingeniero de sonido había trabajado con ella hace un año. Yo sólo había visto a Marie Trintignant en persona una vez, en ocasión de alguna ceremonia, y me llamó la atención la gravedad de su rostro. Hay momentos en que Gael, cuando está caracterizado de Zahara (su segundo personaje en la película), se le parece. Los mismos ojos melancólicos, llenos de determinación. Ojos que habitan un lugar que tú desconoces y que no comparten contigo. Gael me la recuerda no sólo por la mirada sino por la limpia línea que dibuja sus mandíbulas. De todos modos a quien más me recuerda Gael travestido es a Julia Roberts, con la bocaza sonriente en forma de barquito que le flota en la cara. Cuando un hombre se transforma en mujer, aparecen en su rostro un montón de mujeres imprevistas, además de la propia madre o de la hermana.

Zahara, el personaje femenino de Gael, comparte con Marie un destino trágico. Ambas mueren víctimas de la violencia de los hombres. La escasa fortuna final de Marie y Zahara me lleva al título de la única novela que he leído desde que vivo dentro de La mala educación. Se llama Una mujer desafortunada. Su autor Richard Brautigan no explica las razones por las que la mujer del título acaba con su vida, sino que se distrae contando (contabilizando diría) los mínimos acontecimientos de su propia existencia que él vive como inexistencia (...).

La poca gente que veo fuera del rodaje me pregunta si estoy contento. Nunca he sabido responder a esa pregunta. No es inseguridad, ni incertidumbre, sino más bien una falta absoluta de perspectiva.

De todos modos puedo anticipar algunas cosas. Sé por ejemplo que ya contamos con secuencias maravillosas, de las que me siento orgulloso. También sé que hay alguna secuencia que no me gusta. Pero esto me ocurre siempre. Vivo inmerso en esa etapa en la que debo exigir la perfección y conformarme con menos sería una cobardía. Pero también sé que cuando la película esté terminada, el tiempo y el sentido común convertirán mi perfeccionismo en posibilismo. ¡Qué remedio! Ya voy lo suficientemente adelantado como para anticipar que La mala educación va a deparar sorpresas estupendas.

Va a ser la película con mayor cantidad de revelaciones. La revelación fulminante (...) será Javier Cámara (...). El ejercicio que borda es desternillante, y de una precisión y riqueza increíbles. Hace de loca drogadicta y dicharachera, quinqui, ácida y entrañable, amiga íntima de Zahara, el personaje femenino que interpreta Gael. Es como las criadas de todas la obras clásicas, la que se lleva el gato al agua.

Se llama Paquito, o Paca. Y va a ser la perdición de Javier, porque le van a pedir que repita este personaje hasta la saciedad. Espero que él, tan intuitivo, rechace la tentación.

Los admiradores y admiradoras de Gael G. Bernal no van a quedar defraudados ante la capacidad y belleza del astro mexicano. Más revelaciones: Lluís Homar y Daniel Giménez Cacho. Ya sé que no son debutantes, pero para mí han supuesto dos auténticas revelaciones. Homar en concreto, pulveriza a los galanes de su generación en un papel abismado, durísimo y complejo para el que hace falta tanta precisión como corazón, cero sentido del riesgo, y generosidad a mares. Y Daniel, en fin, parece más británico que mexicano. Detrás de su mirada incendiaria se esconde la habilidad y contención de la escuela británica, me recuerda a Ralph Fiennes, cuando Fiennes está bien.

Fele Martínez parece otra persona, otro actor. Está guapo. Incisivo, aventurero, generoso y cruel. Además me troncho con él. Todos los personajes me representan, pero el suyo (un director de cine) me representa un poco más. (...)

Nos quedan aún dos o tres semanas, ésta será una película larga, dos horas más o menos. Antes de terminarla quiero agradecer al equipo su buen humor y su entrega. Y declarar mi amor a José Luis Alcaine, director de fotografía. Su trabajo es sobrecogedor, la lección de un maestro. (...)

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